11. Alteración del acuerdo: cacería.

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Narra Chloe:

Me quedé varios minutos vigilando el estado de Max y el efecto no parecía disminuir. Tampoco parecía que ella tuviera ganas de dormirse, -pues generalmente así se bajaban los ejectos excesivos de la mota-; es más, estaba demasiado inquieta, a pesar de tener dificultades con la coordinación de sus movimientos y habla.

A ver... ¿qué alternativas tenía que sirvieran para contrarrestar los efectos?

Según mis recuerdos, Justín me había dicho que hidratarse constantemente servía, tomar un baño o, en el último de los casos, me explicó que oler la pimienta negra proporciona un alivio casi inmediato.

¿O era masticarla? ¡Maldición! Comenzaba a preocuparme verla así.

En eso pensaba y en la engorrosa tarea que sería tener que acompañarla a que se duchase, por su estado, más que nada. Fue cuando reapareció Kate en la habitación. Bueno, procedería por descarte: primero lo más fácil. Sería buena idea preguntarle a Rachel, mientras aprovechaba para traer agua y buscar pimienta en la cocina.

-¡Oh, Kate! Que bueno que vuelves, cuida a Max mientras bajo por agua y a buscar unas cosas en la cocina para que se recupere. Si logras que se duerma, mejor.

-Entiendo. No te preocupes, yo la cuido.

Kate se sentó en el lugar que yo había estado ocupando hasta hace poco, en el costado derecho de Max. Ella aún seguía recostada sobre la orilla de la cama respirando ruidosa y agitadamente. Con los ojos cerrados y balbuceando cosas de vez en cuando. Kate se levantó a bajarle el volumen al estéreo y yo se lo agradecí bastante. Era increíble que hasta entonces no se me hubiera ocurrido.

Bajé las escaleras deprisa, cruzando el pasillo hasta la sala con la intención de buscar a Rachel en el patio, justo donde dijo que estaría. Sin embargo, no pude divisarla a través del cristal de la puerta corrediza. La deslicé y me asomé en su búsqueda.

-¿Rachel?

No me respondió.

Negativo, no la vi por ningún lado de la terraza.

¡Genial! Otro problema más.

Sólo podía esperar que no se hubiera salido de la casa. Además de que aún era peligroso, pues no habíamos recibido ninguna noticia favorable acerca del caso de Jefferson. También ella estaba muy drogada para deambular sola. Me ocuparía de estabilizar a Max y luego saldría a buscarla si no volvía para entonces.

Me dirigí a la cocina para buscar lo que necesitaba. Busqué una jarra grande para llenarla de agua y también entre las muchas puertas que conforman la alacena para encontrar pimienta negra. No obtuve mucho éxito, para empezar, la alacena siempre estaba medio vacía y ese día no era diferente.
Quizá podía haber algo de eso en las reservas del garaje; en fin, no perdía nada con intentar.

La puerta que daba al almacén desde la sala estaba abierta, como de costumbre. En realidad, no me gustaba pisar ese lugar. Cada vez el
lo llenaba más con su basura. Me daba tristeza ver que poco o nada de las cosas de mi papá todavía permanecían en su sitio. Sin embargo, aunque no se lo iba a admitir nunca, las paranoias sobre la confianza y tener todo vigilado de David, esta vez me habían resultado de gran ayuda para encontrar a Max. En el fondo se lo agradecía, por lo menos sabía que en el rubro laboral no era un fiasco como en todo lo demás.

Ya era bastante tarde, la luz comenzaba a decaer, pero no lo suficiente para obligarme a prender las luces. Caminé hasta la otra pieza colindante, la del garaje en cuestión. Ahí, la situación era verdaderamente devastadora. Mi madre había recogido las herramientas de mi papá -todas sus pertenencias en realidad- y las había guardado en sendas cajas en el ático. Ahora, todo pertenecía a David. El carro, trofeos de guerra, de caza, armas, archivos, etc., eran objetos suyos y claras señales de su horrendo gusto decorativo.

[Life is Strange] Mi última esperanza.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora