Capítulo #4: La melodía de una promesa.

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La señora Risa, como había prometido, les había pagado el alquiler durante los tres años transcurridos, además de que mantuvo la esencia de la casa inalterada. Aunque Annabelle tenía dinero suficiente para devolverle el favor, la amable vecina no lo aceptó, mostrando su enorme poder económico.

Mientras Henry, a pesar de ver su habitación algo más reducida, percibía una sensación de nostalgia y recuerdos de su infancia, cuando la habitación solía ser su preciado escondite. Ahora tenía quince años y la idea de haber visto aquella entidad misteriosa en el borde de la cama a sus seis años, no le convencía por completo, además que ni siquiera se había asustado. Esto significaba que ya había crecido, así que, su readaptación fue rápida; solo tuvo que cambiar los carteles de juegos infantiles por sus pósteres de SilverDark. En cuestión de minutos, las paredes estaban decoradas con ampliaciones de un cantante de rock, de pelo largo y rubio, con unas gafas oscuras a juego con su ropa y una guitarra eléctrica. Annabelle no lo entendía, pero, la perspectiva de Henry había cambiado demasiado, enriquecido por las experiencias vividas en Vinterbrook.

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En la noche, Annabelle emergió del hogar con un vestido de color marrón y tacones a juego, su cabello cuidadosamente peinado. Después de una tarde de deliberaciones, optó por un sencillo flequillo. Una sonrisa cálida de Henry la recibió cuando abrió la puerta, dejando que el frío penetrara la calidez del hogar. Le costó un instante decidirse a cruzar el umbral, pues las salidas festivas con amigas no se daban desde hacía años, además su rutina laboral no dejaba mucho tiempo, convirtiendo esta velada en una ocasión especial.

—Cariño, ¿estás seguro de que no quieres venir? —preguntó, sintiéndose algo culpable por dejar a Henry solo en casa.

—Estoy seguro —confirmó Henry, despidiéndola con un beso en la frente antes de cerrar la puerta.

Los planes de Henry no incluían la compañía de las mejores amigas de su madre, sino de la suya propia. Extrajo su móvil y marcó un número que pronto respondería:

—¡Henry! Estoy a punto de llegar a tu casa —entonó una voz femenina al otro lado de la línea.

—Perfecto, porque me preguntaba qué hacer con tanto espacio para mí solo —bromeó Henry.

—Suena a una noche divertida. Ya voy en camino... —dijo la chica, apurada por terminar la llamada, pero Henry continuó hablando.

—Espera, no cuelgues. Un total silencio ahora no es lo que me gustaría... —dijo Henry mientras unos golpes resonaban en la puerta.

—Tranquilo, ya estoy aquí...

Sonriente, al abrir la puerta, se encontró con una joven pálida, de ojos azules y una sonrisa encantadora.

—Me encanta cuando eres así de complaciente, ojalá siempre lo fueras —comentó Henry divertido.

—Bueno, ¿me dejarás aquí o...? — Henry la tomó rápidamente de la mano y la atrajo hacia él, sin dejarla terminar.

—Ven... —la invitó.

En su habitación, su antiguo refugio, decidieron no encender las luces, ya que la luz de la Luna, que se filtraba por la ventana, proporcionaba suficiente iluminación para contemplar los pósteres en la pared del famoso rockero SilverDark.

—¡NO! ¿Desde cuándo los tienes? —exclamó Jenny al observar los pósteres— ¡Quiero uno!

—Son difíciles de conseguir, sabes —comentó Henry.

—No importa —respondió la joven con determinación. Su mirada recorrió la habitación y se detuvo en una guitarra sobre la cama, despertando su interés.

Mundo Imperfecto: La Profecía del Último MagoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora