Capítulo #12: La sombra del pasado.

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El camino hacia la casa de Edward resultó extraordinariamente solitario para Henry, tejiendo una red de nostalgia en su corazón y un sutil deseo de desviarse para ver a Jenny. Sin embargo al final, se encontró frente a la puerta de su destino, contemplando si necesitaría una llave para acceder. La puerta, como si lo hubiese estado esperando, se abrió hacia adentro, revelando una oscuridad impenetrable. Henry, sin titubear, ascendió los tres escalones que lo separaban de su hogar, cruzando el umbral con expectación.

A medida que avanzaba, la casa se iluminaba a su paso: la cocina a sus espaldas, seguida del comedor, donde la cena reposaba sobre la mesa y finalmente la sala, meticulosamente adornada con muebles negros con intrincados bordados en rojo y una película de espías destellando en la televisión. A pesar de todo, Henry continuó sin mirar atrás, ascendiendo al segundo piso hasta llegar a su habitación, donde se dejó caer en la cama, anhelando un renuevo de energía para el día siguiente.

Sin embargo eso no sucedió. Los primeros rayos de sol se filtraban por la cortina, interrumpiendo el sueño de Henry, que no pudo conciliarse durante toda la noche. La luminosidad lo incomodaba, pero aún no había emergido por completo de su letargo; tras una noche de luchas para lograr despejar no quería rendirse, su mente divagaba entre la realidad y el trance de un sueño placentero. Se sentía transportado, surcando por el viento bajo el cielo estrellado mientras resonaba la voz de Edward: «¡Muchacho! ¿Te encuentras ahí?»

Estas palabras inquietaron a Henry, sacándolo bruscamente de su ensueño, como si fueran un despertador. Pensó que no era normal, y no lo era... Se levantó de un tirón a la posición de sentado.

—¿Edward?

«Espero que me estés escuchando, Henry. Siento decir que será la última oportunidad que tenga para hacerte saber información, y me temo que el tiempo es escaso»

—¿De qué hablas? —preguntó Henry arrecostándose al espaldar de la cama.

«En cualquier caso, recuerda que no sirve de nada tratar de responderme; así funciona la comunicación mental, puedo colar algunos pensamientos con un patrón mágico en tu mente pero no puedo escuchar tus pensamientos. Lamento no haberlo dicho antes »resonó otra vez la voz de Edward en la mente de Henry.

Confundido por la explicación abrupta, Henry inquirió:

—¿A qué te refieres?

«Tu seguridad no corre peligro. El cazador nocturno ha informado de tu victorioso escape, pero te encuentras dentro de los límites de la extención de Blackburne y mientras estés ahí, nadie podrá dañarte. Es crucial que no cruces el callejón, podrían estar tras de ti —advirtió Edward—. Y por mi no te preocupes, me necesitan para un asunto importante.

—Entiendo. Es decir, debo renunciar a la idea de viajar por el mundo sin miedo a que me persigan —murmuró resignado.

«Sé que no será sencillo pero al menos te mantendrá con vida. Respecto a tus necesidades básicas, está todo cubierto. Cuando lo necesites solo tienes que ir a mi vieja dispensadora en la cocina y presionar el botón para que salgan todas las monedas de oro que quieras. Recuerda decirle que pare, no querrás inundar la casa. De paso también le dejé instrucciones detalladas a la casa sobre las recetas que necesitarás, sabrá como dártelas a conocer si hace falta ir a comprar algún alimento»

Un breve silencio siguió a estas palabras. Henry aguardaba nuevas directrices, las cuales llegaron tras unos instantes: «Sigue yendo a la escuela y no preocupes a tu madre. Nos reencontraremos, campeón »susurró Edward telepáticamente.

Después de la última palabra Henry supo que no volvería a escuchar la voz de Edward en mucho tiempo, aunque tal vez llegó demasiado rápido a esa conclusión: «Por cierto, alguien de mucha confianza se reunirá contigo para ayudarte, será una sorpresa agradable para ti, ya lo verás»

Mundo Imperfecto: La Profecía del Último MagoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora