Capítulo #13: La Noche Escarlata.

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NO ERA exactamente un turno libre, pero ante la ausencia del profesor los estudiantes decidieron esperar como si lo fuera, sumidos en el bullicio habitual. En una de las mesas de la esquina, Henry se encontraba a solas, luciendo un abrigo negro que cubría el vendaje de su brazo derecho. Tenía la cabeza agachada, tratando de ahuyentar los recuerdos dolorosos que lo atormentaban. Pensó en la serpiente gigante que había derrotado junto a Gol, en el cazador nocturno y también en la sombra aterradora que lo perseguía en casa de sus abuelos, en la pérdida de su mentor, de su mejor amiga, de su madre y abuelos, de su padre, y en cómo se había desvanecido su libertad. Esa carga era demasiada para un chico de apenas quince años y nadie parecía entenderlo.

¿Conseguiría crear su propio camino?

Para sacarlo de su espiral de pensamientos negativos, surgiría una voz femenina a su lado:

—¿Qué te ocurrió en la mano? —preguntó Karen, visiblemente preocupada al notar la venda que cubría la mano derecha de Henry.

—Nada importante. Solo tuve un pequeño accidente en la cocina —respondió Henry, levantando la mirada. Una marca roja decoraba su frente, prueba de haberla mantenido demasiado tiempo contra su brazo. Al verlo, Karen esbozó una pequeña sonrisa.

—¿Qué ocurre? —preguntó él, curioso ante su expresión.

—Nada, te ves adorable cuando intentas dormir.

—Sí, eso me decía mi abuela cuando era niño. Por cierto, ¿desde cuándo eres mi compañera de mesa?

—En los días que faltaste dejaron elegir puesto. Me tenías muy sola aquí —dijo Karen, poniendo una expresión de perrito triste, similar a la que adoptaba Jenny cuando se enojaba. Idealmente, lograba el efecto contrario—. Pero, fuera de eso, me sorprende que cocines.

—A mí me sorprende que el profesor no haya entrado todavía. Y no, no cocino.

—Bueno, como dijiste que fue un accidente en la cocina... Ahora me imagino una actitud muy infantil, como que estabas jugando con fuego y terminaste quemándote —dijo, imitando una voz de adulta y achinando los ojos con picardía.

—No hice eso, pero ojalá hubiera sido un chiste como ese.

—¿No te gusta mi sentido del humor? —Su rostro cambió a uno de desconcierto y preocupación.

—Tranquila, me he relajado más hablando contigo que intentando dormir, así que no está tan mal después de todo —respondió Henry, echándose hacia atrás y observando el brillo en los ojos de Karen.

—Amigo, si quieres relajarte, puedes pasarte por el Blackadder —intervino un chico de la mesa de enfrente, volviéndose hacia ellos. Su cabello, no muy largo, se alzaba desordenadamente. Tenía cejas anchas y tupidas, el primer botón de su camisa desabrochado, y una cadena con un medallón de oro colgando de su cuello, dándole un aire salvaje y alocado.

Karen le lanzó una mirada acusadora, a lo que el joven respondió con sorna:

—No todos los días se escucha rock puro. Ayer había más romance y música blanda. Lo mejor es que nunca se sabe cuál será el tema de la noche. Además, Karen a veces hace turnos en la barra, así que podrían relajarse si algo sale mal.

Henry no sabía cómo responder. Se preguntaba si era una manipulación verbal o si se trataba de un buen amigo de la chica.

—Soy Alexander, pero puedes llamarme Alex —dijo el joven, extendiéndole la mano. Henry, tras un breve silencio, decidió estrechársela.

—Soy Henry.

—Claro que sé tu nombre. Todos lo saben aquí en el aula. Lograste faltar casi una semana sin sufrir consecuencias, y mejor aún, viniste el viernes, el último día. —Mientras Alexander mostraba su admiración, Henry notó que Karen parecía desanimada.

Mundo Imperfecto: La Profecía del Último MagoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora