Capítulo #6: El día de los perdidos.

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EL IMPACTO DEL PAISAJE dejó a Henry paralizado, incapaz de creer lo que veía. No se suponía que estuviera un bosque nevado del otro lado...

Se frotó los ojos, y al abrirlos de nuevo, el bosque seguía ahí. Observó atrás, pero el bar a sus espaldas parecía desvanecerse en las sombras, una oscuridad envolvente se cernía por todo el Blackadder como una marea creciente, que a gran velocidad se acercaba.

—¡Maldita sea! —exclamó Henry saltando de golpe hacia la nieve, fuera del establecimiento. Al recomponerse, el Blackadder había desaparecido en la blancura, y en su lugar, solo habían más árboles y nieve.

El frío extremo atravesaba su cuerpo, haciendo que Henry tiritara violentamente mientras se preguntaba:

—¿Dónde estoy?

Henry se esforzó por levantarse, observando desesperado sus alrededores. Durante un instante, sintió que este lugar sin fin podría ser su tumba, la desorientación crecía en su mente. Sin embargo, una voz cálida y amigable lo sacó del abismo de sus pensamientos.

—No planeas quedarte ahí todo el rato, ¿o sí?

Henry se giró rápidamente, solo para caer sentado en la nieve al encontrarse con una figura inesperada: una extraña criatura esculpida en piedra, con sus alas enormes de murciélago comprimidas en la espalda y un rostro de gigante en miniatura que le daban el aspecto de un demonio alado, y además, era parlante.

—¡Eres una gárgola —exclamó Henry con los ojos bien abiertos, no parecía algo real—! Debo estar perdiendo la cabeza...

La gárgola, firme frente a él, respondió:

—No estás perdiendo la cabeza, pero si continúas en este frío, puede que la termines perdiendo de verdad.

Henry se pasó la mano por los ojos, pero aún así, la extraña criatura seguía frente a él. Tras un momento de perplejidad, la gárgola suspiró, intuyendo lo que ocurriría a continuación: Henry cayó inconsciente en la nieve, vencido por el frío y el encuentro.

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Lentamente, Henry abrió los ojos en la reconocida habitación del caserón familiar. Pero era extraño, estaba limpia y organizada, además tenía colores vivos. Estaba acostado en una esponjosa cama con una sábana de un exquisito rojo vibrante. Además, el paisaje a través de la ventana revelaba un abismo vertiginoso que lo dejó sin aliento.

—Por fin despiertas —dijo la gárgola acabando de entrar. El desconcierto se reflejaba en los ojos de Henry.

—¿Aún te sorprende mi presencia —bromeó la gárgola—? Tienes que superarlo, después de todo eres el último heredero.

—¿Último heredero? —inquirió el joven.

—Eso eres.

Henry sufrió una punzada en la frente. Se sentó en la cama tomándose un momento para asimilar lo sucedido.

—No sé de que hablas. Solo sé que en una hora han pasado muchas cosas, extrañas...

»Es cierto, estaba bailando, y de repente cuando salí del Blackadder estaba en la nieve, y me encontré con esta gárgola que habla... », pensaba Henry, hasta que fue interrumpido.

—El tiempo aquí es relativo; horas pueden ser días en realidad —explicó la gárgola.

Henry dejó salir una sonrisa nerviosa y reconoció:

—Supongo que mis sospechas infantiles eran ciertas. La magia existe...

—Oh, sí. La magia es real, más de lo que puedas imaginar.

Mundo Imperfecto: La Profecía del Último MagoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora