Corrientes Mágicas
Como acostumbraban, Edward y Henry, maestro y aprendiz, recorrían la ciudad bajo la luna llena, y un cielo estrellado como testigo silencioso de su camino.
—Ya no tendrán los traumas que debieron sufrir, después de todo ellos no están en peligro —comentó Henry.
—Nadie volverá a estar a salvo, Henry. Imagino que ya sabes que el hechizo de tu padre sobre la extensión de Blackburne finalmente ha caído. Podemos suponer que también para todos los continentes del mundo que visitó.
—Sí, lo sé —dijo el chico, con una mezcla de determinación y preocupación—. Pero, ¿no tendrán problemas para adaptarse? Quiero decir, ¿hay espacio para que todos vuelvan a la ciudad?
—Yo manipulé los recuerdos de los habitantes de Blackburne, así que no les parecerá extraño convivir con vampiros y hombres lobo. En cuanto al espacio, les ofrecí mis casas mágicas particulares —dijo Edward, sonriente—. Son parte de mi negocio de objetos mágicos.
—¿Tantas casas tienes?
—Sí, casas de campaña que se ven minimalistas desde fuera, y que puedes empacar en una mochila, pero por dentro son mansiones con todo lo necesario.
—Impresionante... —La única respuesta que Henry podía dar.
—Pero eso es una solución temporal, el Errante descenderá con sus mascotas en cualquier momento, y buscará aniquilar a todas las criaturas imperfectas, empezando por ti, su elegido.
—¿Yo el elegido? —preguntó Henry, incrédulo—. ¿De qué hablas?
—Eres el elegido de los imperfectos. Lo que es normal, después de todo, sangre de reyes corren por tus venas —afirmó Edward risueño y campante.
—Ya, todavía me falta mucho para controlar esa parte de mi...
—No te quites crédito, has avanzado mucho. Se nota que eres el hijo de Estevan.
—No he avanzado tanto como quisiera, apuesto que mi padre está impaciente, donde sea que esté... —El silencio procedió sus palabras, y luego de varios pasos, volvió a comentar—. Por cierto, nunca me dijiste a dónde te llevaron aquella vez, desde lo del parque —dijo sin dejar de mirar al frente.
—Los problemas de este anciano deben ocupar lo último de tu lista de preocupaciones —respondió Edward—. Tienes que prepararte para la batalla futura, para lo cual planeo enseñarte muchas más cosas interesantes.
El corazón de Henry latió con fuerza, no por miedo, sino por la adrenalina que levantaba su vello corporal.
—Tranquilo, voy a prepararme, y cuando ese futuro llegue encantado lo estaré esperando.
Los ojos de Edward brillaron con emoción.
—Así se habla, campeón...
Siguieron caminando hasta llegar a una casa de dos plantas, con un jardín en el frente.
—Ya debe estar durmiendo —dijo Edward—. Puedes sentir las corrientes mágicas, ¿verdad?
Henry se concentró, y al instante un aire cálido recorrió su cuerpo. Habían muchas corrientes mágicas, en destellos azules que recorrían varias direcciones, una de ellas hacia el interior del hogar.
—Sí, puedo verlas —respondió Henry.
—Será como flotar, sin estar atado a las leyes físicas, ¿estás listo?
Henry asintió decidido con la cabeza.
—Entonces allá vamos.
Ambos se fundieron con la magia. Henry sintió su conciencia transportada como si fuera por un ducto, elevándose y atravesando la pared, hasta que su cuerpo reapareció en total hormigueo junto a Edward, en la habitación donde dormía Jenny abrazada a su almohada.
—Es mejor no despertarla —dijo Henry, acercándose lentamente y cubriéndola con la manta.
Ella respiraba suavemente, sus mejillas estaban sonrojadas incluso dormida.
—Es mejor que no recuerde nada de lo ocurrido —dijo Edward, con pesar.
—No, es mejor que ni siquiera me recuerde a mi como su amigo de la infancia —concedió Henry, determinado a protegerla del peligro. Le corrió el cabello para apreciar mejor su rostro.
Edward le colocó una mano en el hombro, y cuando Henry le abrió espacio, el anciano sacó unas chispas rojas de sus dedos. Susurró unas palabras inentendibles y dejó que esa aura roja la cubriera, integrándose a ella.
—No te desanimes, que este no es el final —trató de animarlo Edward, pero Henry estaba completamente enfocado en su nueva misión.
—Cuando acabe con todo esto, volveré a por ti, Jenny.
La chica apretujó los ojos en respuesta, y terminó por abrirlos. Lentamente evaluó los alrededores de la habitación, aún soñolienta, y se recostó al espaldar de la cama. Entonces Henry notó que Edward no estaba, así que desapareció en la corriente de magia, mientras Jenny se quedó embelesada por ver a un extraño desaparecer en unas luces doradas.
Se pasó la mano por los ojos, para luego buscarlo con la vista. Como no encontró a nadie determinó que fue su imaginación y volvió a abrazar la almohada, pero el rostro del chico y sus ojos verdes nunca saldrían de su mente. Un vago presentimiento de algo importante, algo que aún no entendía, se instaló en su corazón.
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Mundo Imperfecto: La Profecía del Último Mago
FantasyUn joven mago despierta un don paranormal en descontrol, llevándolo a encarar los desafíos del rey de las tinieblas que domina al mundo desde las sombras. Henry Sinclair es un joven adolescente apasionado por la música y hambriento de aventuras épic...