CON EL TIEMPO, las meditaciones de Henry crecían en complejidad, pasando por verse desde fuera a sí mismo, hasta suprimir sus emociones casi por completo. Además, añadió sesiones de entrenamiento físico, determinado a fortalecer su corazón y el control sobre su mente.
También tenía claro su próximo paso: encontrar a Skarlett. Por eso, en esta ocasión, se encontraba una vez más en el bar, un lugar que se había convertido en un punto de referencia en su búsqueda. Llevaba días intentando dar con ella, impulsado por el consejo de su padre y su propio instinto. Desde que sus caminos se cruzaron, su vida había dado un giro radical, o quizá simplemente había tomado el rumbo que siempre debió seguir.
Sin embargo, aún no la encontraba. Decidió que no podía concentrarse en muchas cosas a la vez así que abandonó la escuela, provocando que Alex, el joven salvaje con el medallón de oro que había conocido recientemente, le dedicara numerosos brindis; mientras que Karen Rowena, su antigua compañera de clase y ahora siéndolo como camarera del bar, se mostraba visiblemente preocupada. Pero Henry no podía retroceder. Estaba decidido a encontrarla, y estaba seguro de que ella volvería al bar, y esta vez, él no la dejaría escapar.
Las distorsiones continuaban, a medias. Algunas personas se transformaban en criaturas, mientras que otras mantenían su aspecto original. No era la situación ideal, pero era un avance. El monstruo de cabello naranja seguía siendo el encargado de recibirlo cuando Karen no estaba, y esta vez no fue la excepción. Por suerte, Henry se estaba acostumbrando a su presencia, ya que a diferencia de otros emanaba un olor a cabello recién lavado que no era tan desagradable. El verdadero problema era el hedor de los zombis que bailaban a su peculiar ritmo, un olor que llegaba hasta él y le provocaba náuseas.
Henry, con un gesto de resignación, pidió otra cerveza, aunque sabía que el brebaje no le haría ningún efecto. Estaba pensando en cambiar de lugar de búsqueda cuando sintió un leve contacto en su hombro. Casi esperando la sorpresa, se giró y se encontró con la mirada calmada y afectuosa de Skarlett. Su corazón latió con fuerza al verla.
Ella le sonrió.
—Pareces lidiar con un terrible sentimiento de soledad... Lo entiendo un poco, así que podría ayudarte con eso, si quieres —dijo Skarlett, sentándose a su lado.
Henry se sintió un poco avergonzado. Ella tenía razón. Había pasado momentos muy difíciles últimamente, pero ella debía haber sufrido mucho más, sola desde su infancia.
—Podemos ayudarnos mutuamente —concluyó Henry, mirando a la chica. Al fin la tenía a su alcance.
—Perfecto —respondió Skarlett. Luego miró a su alrededor, y volvió a mirar a Henry—. Supongo que bailar con esas criaturas no será muy divertido. Sería memorable, pero muy desagradable —añadió con una mueca adorable que provocó una sonrisa en Henry.
—Tampoco es que quiera bailar ahora —dijo Henry. Skarlett apoyó el codo en la barra y se apoyó en su mano, examinando a Henry con una expresión divertida—. ¿Qué haces? —preguntó él. Cada gesto que hacía ella estaba cargado de una ternura que renovaba sus energías.
—¿Qué será lo que deseas? —preguntó Skarlett, dedicándole una mirada que, irónicamente, le daba aspecto de saberlo todo—. Estoy segura de que no tendrá que ver con quedarnos aquí —dijo tomando su mano y llevándoselo casi a rastras—. Es que aquí huele a monstruo podrido.
Henry se dejó llevar por ella hasta que salieron del bar y cruzaron el callejón. La noche era preciosa, llena de estrellas que rodeaban la luna. El frío los abrazaba, haciéndolos temblar levemente. Skarlett siguió caminando por la acera, y Henry la siguió sin decir nada. Se preguntaba cómo se suponía que ella lo ayudara.
ESTÁS LEYENDO
Mundo Imperfecto: La Profecía del Último Mago
FantasiUn joven mago despierta un don paranormal en descontrol, llevándolo a encarar los desafíos del rey de las tinieblas que domina al mundo desde las sombras. Henry Sinclair es un joven adolescente apasionado por la música y hambriento de aventuras épic...