Capítulo #14: No estás solo.

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Las personas distorsionadas habían regresado a sus formas originales, y las luces habían vuelto a brillar con intensidad en la oscuridad del Blackadder. Henry, tras perder de vista a Skarlett, se dispuso a regresar a casa. Caminaba cabizbajo entre los adolescentes que se divertían, incapaz de deshacerse de la imagen de la chica y del triste pasado que se escondía tras sus ojos. Tal vez ella era la única que podría entenderlo, pero su vida siempre parecía envuelta en un misterio inalcanzable.

Sumido en tal revuelo de pensamientos, Henry salió del bar. A través de la bruma nocturna, un gato negro cruzó rápidamente el callejón, lo que desvió su atención hacia un sonido peculiar: unos golpes sordos que resonaban en el aire. Al acercarse, vio a un chico delgado con una cresta, quien atacaba con fuerza a un par de matones. A pesar de que parecía estar ganando, su rostro estaba magullado y tenía un moretón prominente en la mejilla.

—¿Anibal? —anunció Henry, al acercarse al lugar del enfrentamiento.

—Ah, Henry. Eres tú —respondió Anibal con una sonrisa, a pesar de su respiración agitada. A sus pies, los otros dos tipos yacían inconscientes, apilados en el suelo como muñecos de trapo—. Me alegra verte de nuevo.

Henry guardó distancia, observando cautelosamente a los matones. Anibal, notando su reticencia, intentó tranquilizarlo:

—No deberías preocuparte por ellos. Intentaron robarme, pero su jueguito les salió mal. En medio de un callejón transitado... —Sonrió con desprecio—. Después de todo nunca se sabe con inútiles como estos. Por cierto, ¿dónde has estado últimamente? Ni siquiera tu novia sabía dónde te encontrabas.

—¿Mi novia? —preguntó Henry, confundido.

—Llevan juntos desde niños y todavía no te das cuenta. Me refiero a Jennyffer.

—Ah, Jenny... Me harías un gran favor si no le dijeras que me viste; es muy importante que no se entere de que anduve por aquí. No quiero despedirme de ella ni ilusionarla, ya sabes... —Henry se sentía perdido, sin saber exactamente qué decir.

—¿De qué hablas? ¿Vas a desaparecer de nuevo? Mejor ven conmigo y díselo de una vez. Tal vez no tengas la oportunidad de hablar con ella nunca más —dijo Anibal, su tono grave sonando más como una advertencia que como un consejo.

—No, es que tengo mucha prisa. Pero fue bueno verte, Anibal.

Con esas palabras, Henry se alejó del callejón, sintiendo la pesada mirada de Anibal en su espalda. A medida que se aproximaba al otro extremo, se sorprendió al darse cuenta de que se encontraba en la calle que conducía al parque "sin nombre". Confiando en la magia de su padre, decidió doblar la esquina. En ese instante, el ambiente a su alrededor comenzó a transformarse; el aire fresco se llenó de un brillo etéreo, como si una marea mágica estuviera arrastrando todo a su paso.

Las sombras se estiraron y los colores del entorno adquirieron una nueva tonalidad más oscura; los edificios cobraron formas disparejas y las luces de las farolas brillaban más que nunca. Todo ello culminó en la figura de la estatua de Eluard Faraday, que se alzaba con gracia y majestuosidad, como si estuviera saludando a Henry.

—Supongo que la magia es inteligente —murmuró Henry, sintiendo un gran alivio al reconocer la calle ahora tan familiar para él.

Tras la extraña conversación con Anibal, se removió algo dentro de Henry, “el peso de no haberse despedido de Jenny”. Los recuerdos que guardaba junto a ella, como cuando encontraron la estatua por primera vez, lo inundaron de nostalgia.

Se acercó a la fría piedra y se sentó a su lado, mirando fijamente al suelo, bajo el halo de luz de una farola. No tenía ningún propósito para quedarse allí, excepto tal vez por la esperanza de recibir su ayuda. Cuando era niño, a menudo soñaba con la leyenda de la estatua mágica que guiaba a las almas perdidas, y Henry estaba seguro de que las almas perdidas se sentían como él: solitarias, tristes, sin rumbo fijo en la vida, solo existiendo. El problema con la leyenda era que debía ser en luna llena, así que, si era verdad, esta noche no recibiría su ayuda, aunque en realidad la estaba implorando.

Mundo Imperfecto: La Profecía del Último MagoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora