Cᴀᴘɪ́ᴛᴜʟᴏ ₂₅

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La nieve caía con premura, como espantada, como si no le gustase pernoctar tanto en su caída

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La nieve caía con premura, como espantada, como si no le gustase pernoctar tanto en su caída. Yo le miraba desde la ventana, notando como el suelo se hacía cada vez más blanco y se perdía el camino bajo esta. Alzando mi mano, miré la hora, ya pasaba la medianoche. Un chasquido de lengua demostraba mi ansiedad ante el correr del tiempo y la demora de Lisa.

Junté mis manos y les llevé a mi boca para calentarlas del frío con mi hálito, tal como Lisa lo hacia. Había dejado mis guantes y mis manos estaban desvestidas, solo con aquel anillo y reloj. Pero me había cambiado mi humedecida ropa por una de Lisa, tomando una camisa y gabardina, limpiando mi rodilla donde había sangrado; seguro al caer desmayada anteriormente y... no sé porqué. Pero al menos calmaba mis pensamientos de que se tratara de sangre ajena.

Hice todo aquello bajo la mirada ajena de quien me veía y ahora estaba alejada, dando pasos inquietos por todo el recibidor de la casa de Lisa. Me atreví a mirarle por encima de mi hombro, detallando su estado inquieto como preocupado. Quería a la rubia, o solo son cosas del momento donde no sabemos ni podemos cuidar de quien nos ama. Su mirada inquieta captó la mía que ya no pudo regresar a la vista de la ventana. Le sostuve la mirada incitándola a hablar.

—¿Realmente estás segura de que puedes dar con ella?

—La seguridad incluso tiene su margen de error. Pero sí, pondré todo de mí para dar con ella.

Su mano fue a su boca donde insertó la uña de su pulgar cual mordisqueó, sin mirarme.

—Eso no me sirve.

—Pues es lo que hay.

Regresé mi atención al caer de la nieve. No era bueno siquiera que habláramos por el bien de ambas. Y le evitaría en el resto de la noche, pero su aura ya se hacía de mi espacio en aquel sofá largo frente a la ventana, hundiéndose a mi lado lo que comunicaba su compañía.

—No tengo a Roseanne —le corté lo que seguro inquiriría ahora que Lisa no estaba; su desconfianza aun pernoctaba en su mirada—. De tenerla no estaría aquí. Y sí —le volví a arrebatar palabra cuando noté que intentaría hablar—, le soñé. No a ella pues su cara no me era visible, lúcida. Pesé que se trataba de alguien más.

—De Lisa, ¿no?

Le miré contrariada, no por su conclusión acertada, sino por su tono que indicaba un baje en su guardia. Le asentí concluyendo y ella me siguió a la par.

—No me culpes por desconfiar de ti, Jennie. —Una mirada actuada en descaro fue mi respuesta—. Bien, admito que fui hostigante ¿pero qué querías? Cuando te vi por vez primera, supe que tu rostro lo había visto. Fue cuando rebusqué entre mis recortes de periódico cuando te reconocí en uno. Lisa, a ella pensé en contarle más de una vez, pero no pude cuando cada vez estaba más enamorada de ti. Así que preferí mantenerme a tu sombra para dar con más... y luego ocurre lo de Karina. Cómo no desconfiar.

I SEE YOU →JENLISADonde viven las historias. Descúbrelo ahora