Cᴀᴘɪ́ᴛᴜʟᴏ ₂₂

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El destino parecía jugarme en contra

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El destino parecía jugarme en contra. Se había encomendado en la tarea de retenerme en este pueblo y lo estaba logrando. Puede que mis sentimientos estén atados en cierto modo al lugar, a una persona en específico, pero ello no era una excusa inconsciente para plantarme acá.

A pesar de que Jihyo me había aumentado la paga, los días parecían detenerse y con ellos mis días de cobro. Y cuando le tenía, el dinero me era escaso, parecía evaporarse en un par de monedas y unos cuantos billetes que ya tenían destino de pago. Me era imposible destinar parte para el ahorro de lo que sería mi próximo pasaje y pago de hospedaje. ¡Dios! ¿Hasta cuándo estaré en viajes sin sentido? Solo destinaba mi vida a la nada, a viajes llenos de desgracias.

Mi molestia se reflejó en mis actos, en mis manos que comenzaron a ordenar los libros de forma brusca. Me detuve exhalando, dejando caer mi frente sobre la estantería.

—Disculpen, libros. No tienen por qué pagar mi arrebato de desespero y estrés. Cuanto deseo internarme en cualquier historia grata y quedarme allí. Vivir la vida de Elizabeth en Orgullo y prejuicio, por ejemplo, aunque la época victoriana no me vaya del todo...

Preocuparme era la labor del día. Aún resonaba en mi mente los gritos desgarradores, y aquel punzante dolor en mi cabeza vivo como si fuera real, cuando solo fue un sueño. Sueño del que me había hecho una y otra vez en mis pensamientos, enlazándolo a los últimos luego de lo sucedido a Karina. Pasaría. Aún estaba en el pueblo, y los sueños ya dictaban fatalidad.

Pero de lo que más temía, era de la cara que vestiría el cuerpo de la siguiente víctima.

No lo quería aceptar, pero estaba claro. Las señales en mis sueños llevaban camino a un solo nombre del cual ni siquiera era valiente de modular porque me negaba. Me negaba a la idea de que Lisa estuviera en peligro, y más en aceptar en quién le pondría en peligro. Porque no, por más que mis sueños así lo presentasen, yo no era la persona tras las fatalidades.

—No lo eres, Jennie, recuérdalo.

Terminé de ordenar unos libros y me dirigí a la recepción, advirtiendo por el rabillo de mi ojo a dos personas a la entrada, a la afueras. Era la inconfundible Roseanne, resaltando por demás de su belleza y buen vestir. Sonreí aun cuando estaba de perfil, deshaciendo mi sonrisa cuando miré con quien parloteaba alegremente. Y allí vino la desconfianza a mí ante el perfil sonriente y petulante de Oh Sehun.

No le había visto de buen humor, sonriente y petulante desde lo sucedido con Karina. Incluso, en aquel entonces lucía un tanto despeinado y de corbata aflojada. Ahora parecía resurgir en su aire elegante trajeado. Mi mente había cerrado el caso de búsqueda de un rostro cuando frente al espejo no había más que mi reflejo, pero él, Oh Sehun, era un chico que me incitaba al recelo como respuesta a su trato.

De momento, no me importaba un desconocido cuando el peligro acechaba a una conocida de mucha importancia para mí.

El sonido del timbre, me indicaba que alguien se adentraba al lugar, y la fragancia de cierto perfume, que la persona estaba frente a mí. Apenas alcé mis ojos de los papeles frente a mí, para notar a la rubia sonriente, con un conjunto de libros apretados contra su pecho.

I SEE YOU →JENLISADonde viven las historias. Descúbrelo ahora