Cᴀᴘɪ́ᴛᴜʟᴏ ₁₇

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Era una comodidad tan deliciosa como dolorosa estar a su lado, tanto que mordía mi corazón

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Era una comodidad tan deliciosa como dolorosa estar a su lado, tanto que mordía mi corazón. Preferí mirar el techado perdiéndome en lo profundo de su descanso dictado en su apacible respiración a mi lado. Quizás me perdí entre las caricias que mis dedos vacilaban sobre su brazo aferrado a mi torso, mientras a ojos abiertos mi mente trabajaba sin descanso.

Y es que por más que ahora el sueño viniera a mí con la seguridad de estar a su lado, no podía perderme en ello con tranquilidad. ¿Cómo hacerlo cuando es efímero? ¿Cómo hacerlo cuando la desgracia de nuevo manchaba mi presente? Otra chica ha muerto, ha sido asesinada a sangre fría. Y de nuevo quedaba yo en medio, sin ojos ajenos está vez que me acusasen, pero con mi consciencia sucia.

No. No podía. Debía trazarme un patrón, algo que luego sustentara una teoría de todo esto que estaba por llevarme al vicio de la locura. Que estaba mellando mi raciocinio. Mi poca paz. La premura elevó mi cuerpo, cual se irguió sentándose. Miré sobre mi hombro un rostro inocente de mis pensamientos, de mi pasado.

—Debo irme... De igual forma no dormiré.

Tenía algo en mente, algo que me empujaba en busca de respuestas y me hacía de valentía frente a la oscura noche perdida en la niebla cual entorpecía mi visión.

—Todas las chicas, desde Irene, han tenido contacto conmigo —incluso mi hálito se perdía ante la niebla—. Es... es un dato importante y... nefasto. ¿Acaso debo internarme en la soledad de las montañas para así evitar futuras desgracias? ¡¿Qué he hecho en mi vida pasada para merecerme tal castigo?!

Una risa amarga brotó de mis labios, esa cual tinte de tristeza la quebró en breve llanto que refrené tensando mi mandíbula. Me acobijé a mí misma, centrando mi mirada al frente, no queriendo rebuscar a los lados por miedo.

—No deberías temer, Jennie. Eres a quien se le debe de temer.

Mi mente ya estaba abnegada a entregarse en malos pensamientos que no eran más que la afirmación de lo que ya era más que obviedad. Vi la luz al llegar a las afueras de la biblioteca, rebuscando la copia de las llaves en mi pequeña cartera de mano. Acobijándome luego entre el olor y calor de los libros. Mismos que no dudé en reparar en busca de alguno cuya portada y nombre hiciera eco entre mis recuerdos.

Pilas conformadas por tres o cuatro libros, fueron colocadas en la mesa donde luego me tendía con vista ansiosa, azarada, anhelante de dar con aquel símbolo nombrado por Jisoo. Mismo que se vislumbró ante mí, recordándolo sobre una pálida y fría piel. Recordándolo sobre ella, Eunchae. Sobre su muñeca, cicatrizado entre las costras de sangre seca...

—Libro de las sombras... —le encontré entre los últimos estantes, dejado en el olvido o quizás puesto en lugar donde la intrépida curiosidad terminara abduciendo alma inocente—. Madre, le leeré con fines de encontrar respuestas.

Ya no estaba para reprenderme con su rasgada mirada entrecerrada. Un quejido ahogado figuró la necesidad de que así fuera, de que estuviera aquí, reprendiéndome. Pero sobre todo, acompañándome, creyendo en mí ya que yo, no creía.

I SEE YOU →JENLISADonde viven las historias. Descúbrelo ahora