Cᴀᴘɪ́ᴛᴜʟᴏ ₂₆

95 16 60
                                    

Negada

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Negada.

Me negaba a lo que mis ojos expandidos reflejaban en sus pupilas. Me negaba a creer que todo, desde el inicio de la fiesta hasta la develación de algo que aún no estaba recitada en sus labios, fuera un hecho real. Me negaba a creer que el rostro develado ante mí, fuera aquel que busqué, aquel que incluso confinaba en rasgos con el fin de crearme una idea escapatoria de mi estado desquiciado.

Es que... Debía ser un sueño. Sí, todo esto lo era. Quizás hasta toda mi vida lo era. Quizás mi desmayo al enterarme de la muerte de mi madre, no fue más que mi entrega a los brazos de la muerte que aún acariciaba mis cabellos mientras reunía tales imágenes abnegada a la vida sin ella, a la vida en soledad.

Debía serlo.

Tenía que serlo porque no encontraba coherencia con mi vida, mis sueños, las desgracias y... ella. Ella cuyos ojos parecían más oscuros, donde su medio rostro apenas se descubría con el filo de una luz azulada de una fatídica noche. Esos ojos que parecían consumirme, o consumir mis pensamientos gota a gota para saciar su sed de mi estado, de mi perdición, sorpresa e incredulidad.

Negada, bajé mi mirada negando para mí misma, hasta alzarla de nuevo y encontrarle más de cerca, imponente bajo su vestido oscuro que le enaltecía. Pero ahora con cierto anhelo en sus ojos por verme de nuevo, de cerca, o por reconocer algo en mí que le acariciaba sus rasgos ahora más dulces. 

¿Por qué ella? ¿Era ella quién estaba detrás todo este tiempo? Nunca estuve mal del todo, siendo ese el caso. Y tal pensamiento que me libraba de algún mal, de alguna muerte y desgracia, de una mancha fatídica en mis manos y consciencia, me hizo suspirar entrecortada, con labios temblorosos y ojos llorosos. Alegría efímera que se disipó como copo de nueve en agua hirviendo, porque aún había preguntas.

Le volví a mirar a su espera, pero temía de lo que por sus labios se paseasen y que mi corazón no aguantase. Me rehusaba a alguna explicación que me destruyera más que mi realidad. Porque si se trataba de ella, una razón muy impactante, infausta, había detrás. Apenas entreabrí mis labios y expulsé lo primero que ellos quisiesen, siendo la incredulidad aún persistente.

Porque no creía que se tratase de ella, de...

—Sandara...

—¿Me ves como la mala?

—¿Qué haces aquí? —Debía haber otra explicación, mi mente así lo requería porque no hilaba nada malo, que le señalase, que le viera como autora de mis males.

Un paso atrás alejó mi cuerpo de su toque que pretendía tocar mi mejilla, violentar mi espacio. Sus ojos se entristecieron al instante por mi acto, esos que se hicieron de los míos por largo rato antes de hablar.

—Tienes su mirada, y su sonrisa. Verte es como verlo a él, no sé si es un castigo o una maldición. Pero una bendición seguro que no lo es.

No.

I SEE YOU →JENLISADonde viven las historias. Descúbrelo ahora