Cᴀᴘɪ́ᴛᴜʟᴏ ₁₈

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—¿Por qué irte tan pronto?

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—¿Por qué irte tan pronto?

No sabía distinguir qué odiaba más del proceso de llegar o irme de un pueblo. Si las llegadas donde no podía evitar el trato con una que otra persona por motivos puntuales y necesarios, o cuando me tocaba despedirme y las inquisiciones llegaban como lluvia incesante.

Llegué a pensar que era normal quizá como simple gesto de cortesía, cordialidad, por haber compartido algún tiempo, más que por cotilla. En el caso de Jihyo, lo creía más por lo primero aunque la chica parecía siempre tener de quien hablar a modo de conversa, según ella. Pero era de las pocas personas que extrañaría de encontrar, de ver cada día.

—No sé si es pronto o tarde. Solo considero que es el momento, por ello recurro a ti con la penosa petición de una ayuda monetaria, Jinyo.

—Sabes que cuentas conmigo, que te lo he dicho y mantenido. Pero ahora, me pregunto si lo sucedido con la chica, con Karina... Hmm. Es motivo de tu decisión repentina.

—Mi decisión ya había sido participada desde nuestro primer encuentro.

Con miras de que no notara algo en mí, en mi rostro o mirada, le di la espalda tomando unos libros cuales comencé a organizar en los estantes. Sintiendo como su aura invadía la mía al plantarse a un lado.

—Lo sé, pero pensé que tal evento para nada normal en este pueblo, te había ahuyentado al punto de acelerar tu partida.

—Realmente es lamentable lo sucedido con... la chica. Pero no, no ha sido por ello aunque sea justificable.

—Créeme que hasta yo quisiera dar por cerrada la biblioteca y de una vez instalarme en la ciudad. —Su palma apretó levemente mi hombro captando mi mirada—. Así que lo entendería.

Hasta yo lo entendería si no estuviera de algún modo involucrada en tal fatalidad, esa que de solo recordarla me enviaba una ola de repulsión y arcadas, de mareos y ganas de salir corriendo por miedo a que mi cuerpo grite lo que mis ojos avistaron. Pero no, no solo era porque ya mi tiempo aquí se había cumplido, porque tantos sueños premonitorios que dictaban fatalidad debían evitarse. Sino por ella. Porque con el solo saber que estaba donde ella estaba, que cualquier mirada sobre mí al estar en las calles provenía de ella, me mataba lentamente.

¡Dios! En qué momento el amor es una debilidad. En qué momento el amor es un dolor que quema como lava y desgarra como garras.

Amor. En definitiva no sabía amar, no sabía amar del modo en que se espera, en que alguien te lo participa en alguna historia, novela, incluso en letras de canciones. Solo sabía amar a este modo si es que esto era amar. El querer cuidar.

No sabía que tan simple detalle a vista ajena como lo era el recibir un tulipán de manera inesperada cada vez, con el fin de dar con el de tu color favorito, era algo tan sublime y poderoso. Y no, no es el detalle, sino la persona tras ello. Sentí que si le miraba en los próximos días, correría a sus brazos y me entregaría a ella, acariciando su rostro con el fin de lavar su dolor impreso en él.

I SEE YOU →JENLISADonde viven las historias. Descúbrelo ahora