En esos fríos días de invierno, el contraste entre el gélido exterior y el cálido interior de la casa de la pareja se hacía evidente. Mientras el viento aullaba y la lluvia golpeaba con ferocidad las ventanas, dentro de su refugio reinaba la calidez y la seguridad. Aquella casa se convertía en un santuario acogedor, donde el sonido de la tormenta se transformaba en una suave melodía de fondo, creando el ambiente perfecto para la intimidad.
Suguru, con sus dedos hábiles y delicados, trazaba suaves círculos en la espalda de Satoru. Cada caricia era como una sinfonía que desvanecía cualquier rastro de frío que pudiera haber quedado en el ambiente. La comodidad del sofá, envuelto en mantas suaves y acogedoras, se convertía en el escenario ideal para una sesión interminable de besos y abrazos. En ese pequeño mundo, el tiempo parecía detenerse, y todo lo que importaba era la conexión entre ellos.
Los labios de Satoru y Suguru se encontraban en un baile apasionado, cada beso profundo y cargado de emoción. Sus abrazos no eran solo una defensa contra el frío exterior, sino también una expresión tangible de su amor. A medida que la tormenta rugía afuera, la intensidad de su cariño se intensificaba, creando una burbuja de calidez que los envolvía. En medio de la oscuridad y el estruendo de la tormenta, encontraban la luz y la paz el uno en el otro, como si fueran el único refugio en un mundo agitado.
La cabeza de Satoru se asentaba con confianza en el hombro de Suguru, compartiendo no solo calor físico, sino también la calidez de una conexión profunda. En esos momentos, el mundo exterior quedaba atrás, eclipsado por la intensidad y la sinceridad de su amor. Sus risas resonaban en la habitación, suaves y llenas de complicidad, mientras compartían historias y sueños, cada palabra fortaleciendo el lazo que los unía. El crepitar del fuego en la chimenea se sumaba al ambiente, creando un espacio donde todo lo que importaba era su compañía mutua.
El tiempo transcurría sin prisa, marcado solo por el suave susurro de la lluvia y el canto de sus corazones entrelazados. Suguru, al notar un ligero temblor en Satoru, lo abrazó con más fuerza, como si pudiera absorber el frío que se colaba por las rendijas de las ventanas. "No hay nada que temer," murmuró, su voz envolvente como el calor de la manta que los cubría. "Estamos juntos, y eso es todo lo que importa."
Satoru sonrió, sintiéndose más seguro que nunca. "Tienes razón. Aquí, todo está bien," respondió, cerrando los ojos y dejando que el sonido de la tormenta se desvaneciera en el trasfondo. La conexión que compartían les otorgaba una paz indescriptible, un refugio inquebrantable que les permitía enfrentar cualquier adversidad, incluso el frío invierno. Así, entre risas, abrazos y susurros, tejieron un recuerdo que perduraría más allá de las tormentas, un amor que desafiaba el clima y las circunstancias, brillando con luz propia en su pequeño hogar.
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𝗄𝖾𝖾𝗉 𝗆𝖾 𝗁𝖾𝗋𝖾.
Fanfictionestoy sobre mis rodillas, pidiendo que por favor me enseñes tu mundo. ☆: smut.