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Satoru observaba el atardecer desde lo alto de un edificio, la ciudad extendiéndose bajo sus pies. El resplandor anaranjado del sol le resultaba familiar, como las tardes que alguna vez compartió con Suguru. No podía evitarlo; su mente siempre volvía a él. En las alturas y con el viento en su rostro, se sentía solo, aunque estuviera rodeado de tanta vida. "Suguru...", pensaba. A pesar de todo, no podía negar cuánto lo extrañaba. Los días que habían pasado juntos, las conversaciones y la complicidad que compartieron, ahora parecían tan distantes como ese sol que caía en el horizonte.

Le dolía admitirlo, pero extrañaba su risa, sus ideales, incluso esas discusiones que parecían interminables. Aunque ya no lo viera como antes, Suguru seguía siendo una presencia constante en su mente, una sombra que no desaparecía.

Por otro lado, Suguru también miraba el cielo teñido de naranja. Sentado en la cima de un acantilado, recordaba cómo solían hablar de todo y nada, mientras veían juntos el sol ocultarse. A pesar de haber elegido su camino, no podía desprenderse de esos recuerdos. Los años no habían borrado a Satoru de su corazón. Mientras el viento soplaba suavemente, cerró los ojos por un momento, sintiendo el vacío que lo invadía desde su separación.

Suguru sabía que no había vuelta atrás, pero a veces deseaba que las cosas hubieran sido diferentes. Extrañaba esos momentos de paz, esos días donde las diferencias no los separaban, donde Satoru era más que un simple aliado, era la única persona en quien confiaba completamente.

Ambos, aunque separados por decisiones y destino, seguían mirando el mismo sol, y en lo profundo de su ser, sabían que, aunque sus caminos nunca volvieran a cruzarse, el vínculo que compartieron jamás desaparecería.

                      𝗄𝖾𝖾𝗉   𝗆𝖾   𝗁𝖾𝗋𝖾.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora