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Satoru estaba sentado en el sofá, con la mirada perdida en la ventana. La tarde caía lentamente, y el sonido de la lluvia golpeando el cristal llenaba el aire. Suguru entró a la habitación, su expresión tensa y sus manos apretadas a los lados. Habían tenido una discusión antes, una de esas que dejaba cicatrices.

-No puedo seguir así -dijo Suguru, su voz quebrada. Las palabras salieron de su boca como si fueran cuchillos, rompiendo el silencio que los rodeaba.

Satoru se giró, enfrentándolo. En sus ojos había una mezcla de dolor y frustración.

-Las palabras son innecesarias -replicó Satoru, tratando de mantener la calma, pero su tono reflejaba su lucha interna-. Solo hacen daño.

Suguru cerró los ojos, respirando hondo, como si intentara contener todo lo que sentía. Había tanto entre ellos, tanto que decir, y sin embargo, sabían que cualquier palabra podría destruir lo que quedaba.

-Todo lo que he querido -murmuró Suguru, abriendo los ojos de nuevo-. Todo lo que he necesitado... está aquí, en mis brazos. Pero no puedo soportar este silencio.

Satoru se acercó, la distancia entre ellos desapareciendo.

-Las promesas son fáciles de romper -dijo, su voz apenas un susurro-. Pero no quiero seguir así.

Suguru asintió, sintiendo la presión del dolor en su pecho. Las palabras se volvían triviales, inadecuadas. Pero la conexión entre ellos, el calor de su cercanía, era todo lo que necesitaban en ese momento.

-Entonces... -dijo Suguru, sintiendo que se quebraba, pero también que había un camino hacia adelante-. ¿Qué hacemos ahora?

Sin más palabras, Satoru lo abrazó, cerrando los ojos. En ese instante, todo lo que había entre ellos, las penas, las luchas, las expectativas, se disolvieron. En el silencio, se entendieron, y aunque el dolor permanecía, sabían que podían enfrentarlo juntos.

                      𝗄𝖾𝖾𝗉   𝗆𝖾   𝗁𝖾𝗋𝖾.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora