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La tarde era perfecta para una partida amistosa de baloncesto. El sol comenzaba a bajar, y la cancha estaba vacía, solo para ellos. Suguru y Satoru, ya acostumbrados a pasar tiempo juntos de todas las maneras posibles, habían decidido jugar un rato para matar el tiempo. Satoru, como siempre, estaba lleno de energía y no paraba de hacer bromas, mientras que Suguru lo seguía con una sonrisa, disfrutando de la competitividad relajada entre ellos.

-¿Listo para perder otra vez? -se burló Satoru, haciendo girar la pelota con un dedo antes de pasarla de manera ostentosa a Suguru.

-Solo te dejé ganar la última vez porque tenías hambre y no quería escucharte quejar -replicó Suguru, driblando la pelota con calma mientras observaba los movimientos de Satoru.

El juego comenzó, ambos esquivando y haciendo lanzamientos, disfrutando del desafío sin la presión de ganar realmente. Después de unos minutos, Satoru decidió intentar una jugada especialmente exagerada. Tomó la pelota y, desde la mitad de la cancha, la lanzó con todas sus fuerzas hacia el aro. La pelota subió en un arco altísimo, mucho más alto de lo necesario, y ambos la siguieron con la mirada mientras rebotaba en el borde del aro y subía aún más.

-¡Voy por ella! -gritó Satoru, corriendo hacia la pelota. Saltó para atraparla, pero calculó mal el aterrizaje y terminó perdiendo el equilibrio. Antes de darse cuenta, Suguru, que también había corrido para intentar atrapar la pelota, chocó con él y ambos cayeron al suelo enredados.

Satoru, siempre aprovechando cualquier oportunidad, cayó deliberadamente sobre Suguru, sosteniéndolo contra el suelo con una sonrisa traviesa. Sus ojos brillaban con esa chispa que Suguru conocía tan bien.

-Vaya, qué coincidencia -dijo Satoru, con un tono que hacía obvio que la caída no había sido en absoluto accidental.

Suguru rodó los ojos, pero no pudo evitar reírse. Estaban tan cerca que podía sentir el calor del cuerpo de Satoru contra el suyo, y aunque la situación debía ser incómoda, había algo en esa cercanía que le resultaba terriblemente natural.

-¿Siempre tienes que hacer todo tan dramático? -preguntó Suguru, tratando de sonar exasperado, aunque sus manos se habían deslizado instintivamente sobre la espalda de Satoru.

-Solo cuando estás cerca -respondió Satoru, y sin más preámbulos, bajó la cabeza y lo besó.

El beso fue firme, sin la usual prisa de sus encuentros robados. Satoru aprovechó la posición para profundizarlo, disfrutando del momento sin preocuparse por el lugar o el tiempo. Suguru, atrapado bajo Satoru, no hizo ningún esfuerzo por moverse, respondiendo al beso con igual intensidad. Había algo en esos momentos, por muy planeados o accidentales que fueran, que los hacía sentir más conectados que cualquier otra cosa.

Después de un rato, Satoru se separó ligeramente, con una sonrisa satisfecha en los labios.

-Sabes, deberíamos jugar baloncesto más seguido si esto va a pasar cada vez que fallas un tiro -bromeó Suguru, dándole un pequeño empujón en el hombro.

Satoru se rió y se levantó, ofreciéndole una mano a Suguru para ayudarlo a levantarse también. Mientras se acomodaban la ropa y recuperaban la pelota, la sonrisa en sus rostros no desaparecía. Estar juntos así, sin preocuparse de nada más, era lo que hacía cada momento especial.

-¿Revancha? -preguntó Satoru, volviendo a hacer girar la pelota con un aire despreocupado.

-Claro, pero esta vez, intenta no caer sobre mí a propósito -respondió Suguru, aunque ambos sabían que no importaba cuántas veces sucediera; siempre encontrarían la manera de disfrutarlo, juntos.

                      𝗄𝖾𝖾𝗉   𝗆𝖾   𝗁𝖾𝗋𝖾.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora