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"Demonios, es tan hermosa. En serio, es tan linda que-"
"¿Podrías dejar de hablar de esa chica por un momento? Estás todo el día diciendo 'porque Satoru esto, Satoru lo otro, Satoru bla, Satoru, Satoru, Satoru'. Me importa un carajo quién sea; ya es molesto", respondió con enojo la morena, frunciendo el ceño mientras recriminaba a su amiga por dedicarle tanto tiempo a alguien que ni siquiera había visto.
"¿Sucede algo conmigo?" resonó una voz a lo lejos, acercándose con una confianza cautivadora.
"Sí, que al parecer e... eres... e..." Suguru se quedó sin palabras. Mierda, su amiga tenía razón; esa chica era deslumbrante.
"¿Soy...?" preguntó la albina, acompañando sus palabras con una sonrisa juguetona que hizo que el corazón de Suguru se acelerara.
"Yo... uhm..." No supo qué decir. La figura frente a ella era incluso más alta, con un rostro y una silueta que desafiaban toda lógica. El porte de la desconocida era simplemente hipnótico.
"Tranquila, linda. Si tanto querías mi número, no era necesario estar gritando", dijo entre risas, acercándose a Suguru, quien aún estaba en shock, incapaz de procesar lo que estaba sucediendo.
Cuando la chica estuvo frente a ella, sacó del bolsillo de su chaqueta un cigarrillo adornado con un rastro de labial y algo escrito en él: su número. Con un gesto despreocupado, lo dejó caer en el bolsillo de Suguru y se marchó, dejando un rastro de misterio y deseo en el aire.
Mierda, estaba completamente cautivada. ¿Cómo era posible que una simple interacción pudiera ser tan intensa?
