𝗄𝖾𝖾𝗉 𝗆𝖾 𝗁𝖾𝗋𝖾.

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Era una tarde de otoño, de esas en las que el aire fresco parecía traer consigo el aroma de hojas caídas y promesas de algo nuevo. El cielo estaba teñido de dorado, con el sol descendiendo lentamente, mientras el viento arrastraba hojas naranjas y rojas por el suelo. Satoru caminaba distraído, casi indiferente al mundo que lo rodeaba, hasta que, sin quererlo, su mirada se cruzó con la de Suguru.

En ese instante, todo pareció detenerse.

El bullicio de la ciudad, el sonido de las hojas bajo sus pies, incluso el viento que soplaba con suavidad, todo se volvió distante y borroso. Solo existían ellos dos, atrapados en una especie de burbuja donde el tiempo y el espacio perdieron su sentido. Los ojos oscuros de Suguru se encontraron con los brillantes y fríos de Satoru, y en esa conexión silenciosa, ambos sintieron cómo sus mundos, tan firmes y seguros hasta entonces, comenzaban a desmoronarse.

No fue algo planeado ni intencionado, pero en ese breve intercambio de miradas, algo poderoso y profundo se manifestó. Suguru no pudo evitar pensar en lo increíblemente magnético que era Satoru, en cómo parecía iluminar todo a su alrededor. Y Satoru, por su parte, quedó atrapado en la serenidad y la intensidad que vio en los ojos de Suguru, como si hubiera algo en él que lo llamara desde lo más profundo de su ser.

A su alrededor, el otoño seguía su curso: las hojas caían, el sol se desvanecía y la vida continuaba, pero para ellos, en ese momento, nada de eso importaba. Solo estaban el uno frente al otro, admirando la belleza que, hasta ese instante, no sabían que necesitaban. Ninguna palabra fue pronunciada, pero la comprensión era clara. Ambos habían encontrado algo en el otro que los dejaría marcados, como si el simple hecho de verse hubiera bastado para cambiar el rumbo de sus vidas.

Y, por un instante eterno, todo lo que había sido antes se desmoronó, porque lo único que les importaba era esa breve conexión, esa mirada cargada de todo lo que aún no podían expresar, pero que ambos sentían en lo más hondo.