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Junio, 1981
Al llegar a casa, con lo primero que me encuentro es a ese niño corriendo a toda velocidad hacia mí.
— ¡Papi! ¿Pudisteconseguirlo? ¿Pudiste, pudiste? Por favor, dime que sí — él se pone cuclillas, aferrado a mi cintura. Frank a mi lado empieza a reír — ¡Dime, dime! —
— ¡Hey, espera! Cálmate — hago una pequeña pausa, tratando de ocultar una sonrisa — Primero dame un beso —
— Papi... — Thomas suelta frustrado. Está muy ansioso por lo que pudiese responderle.
— Bueno, entonces no puedo decirte nada... — de inmediato extendió sus labios, yo acerqué mi rostro para que pactara con mi mejilla — Ahora un abrazo —
— ¡Papi! — puedo notar exactamente esa molestía, así que opté por dejar los juegos a un lado. Observé de reojo a Frank, quien puso el paquete en la mesa detrás de de Tommy. Tapé sus ojos para luego girarlo y descubrirlo.
— ¡Sorpresa! — como una luz, sus ojos brillaron intensamente. Se apartó de mí tan veloz como un rayo para ir por ese paqueta, del cual sacó lo que tanto me estuvo pidiendo en estas semanas.
— ¡Lo conseguiste! ¡No puedo creerlo! — extendió su suéter con ese estampado de telarañas azules. Es una bendición verlo de esa forma, tan feliz y emocionado. No duda en colocárselo y luego abrazarme con todas sus fuerzas. Todos contentos —Papi, gracias, eres el mejor del mundo — tomo sus mejillas, a las que les otorgo unas suaves caricias mientras me habla.
— Trabajaste muy duro estos días, hijo. Es apenas un grano por todo lo que has hecho, ¿estás seguro qué... ? No sé ¿No quieres algún juguete? ¿no prefieres una figura del Hombre Araña? — desde el comienzo me pareció extraño el hecho de que quisiese el suéter con temática del superhéroe, que el mismo superhéroe como un muñeco.
— No, la figura era muy costosa y fea, pero el suéter es mucho más bonito, ¡lo amo! Como a ti, papi. ¡Gracias por comprármelo! — deja un último beso en mi mejilla y luego se va corriendo a su habitación, seguramente llamando a Paul para contarle esta noticia.
— Estuvo practicando caligrafía, lectura, terminando los ejercicios del piano, limpiando de punta a punta su cuarto, ¿por un suéter del Hombre Araña? — Frank dice, soltando una leve risa a lo último.
— ¡Ni yo sé qué decir! Le dije desde un principio que si cumplía con sus deberes correctamente, le compraría lo que quisiese, esperaba todo menos eso —
— ¿Lo escuchaste? Se preocupó por el precio, como si no tuvieses en tu cartera la cantidad para comprar la tienda entera. Tú niño es muy generoso, hijo —
