Inadecuado

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Aemond se acomoda en su posición habitual de presentación, es vergonzoso, pero en este punto han intentado de todo para que la semilla de su esposo logré plantarse en su vientre fértil.

No han tenido resultados positivos y su esposo empieza a cansarse.

— Levanta más las caderas — dice el alfa, colocando su mano en su espalda y dándole un leve golpe. Aemond gime, no encuentra placer en las palabras más bien es un gemido de angustia. Se siente como una prostituta de la calle de la seda.

Gime de nuevo ante la intrusión violenta del alfa, no es cuidadoso y tampoco se disculpa por ello. Aemond aprieta sus labios y deja que el alfa lo tome de la forma en la que desee.

Han estado juntos por más de un año, y no han logrado concebir un hijo. El deleite de las primeras veces juntos ha pasado y lo único que tienen ahora es estos momentos en los que tratan de cumplir con su deber.

Ya no se miran para comer o compartir momentos, se evitan tanto como pueden a menos que de verdad se requiera su presencia juntos.

Madre siempre imploro que buscará la forma de convencer a su esposo, dijo que un esposo que es feliz en el lecho, estará feliz con su Omega. Aemond lo intento los primeros meses, incluso disfruto de cierta manera los toques del alfa. Pero con el paso del tiempo eso se difuminó y dio paso a una relación cercana a la de su madre con el rey Viserys. Algo aburrido.

El alfa gime y derrama su semilla dentro de su cuerpo. Aemond no siente nada y solo cierra los ojos. Orando tal como dijo su madre en una de las cartas, pero eso no funcionaba, Aemond hace muchos años dejo de creer en los dioses después de que perdió su ojo y ninguno escucho su plegaria de devolverlo. Pero aun así hace el esfuerzo, quizás esta vez los dioses si estén escuchando.

Quizás esta sea una forma de recompensar, permitir que tenga el heredero que necesita.

Pero no puede confiar toda la tarea a los dioses.

Aemond se arrastra en el colchón hasta el extremo de la cama y coloca sus piernas arriba como los maestres han sugerido para ayudar a concebir. De nuevo se ve reducido y contrariado por la vergonzosa posición en la que se encuentra.

Es injusto, su hermano Aegon ya tenía dos hijos después de tres años de matrimonio, sus embarazos fueron fáciles, incluso Aegon señaló que el último de sus hijos no estaba planeado, pero simplemente sucedió.

Para Aemond las cosas no sucedían simplemente, tenía que luchar por ellas. Ni siquiera cuando era algo tan fácil como tener un heredero.

Alfa deja escapar un suspiro también cansado de la situación.

— Tendremos visitas, encárgate de que todo esté en orden para dentro de una quincena — anuncia su esposo, mientras guarda su miembro flácido dentro de sus pantalones. — Comida, habitaciones, no debes descuidar ningún detalle. No quiero que nuestros invitados hablen mal de nuestra negligente hospitalidad.

Aemond asiente con un tarareo.

— ¿A quién estamos recibiendo? — pregunta, mientras observa los dedos de sus pies, incapaz de encontrar algo más entretenido que hacer mientras está en su posición.

— Al príncipe Lucerys Velaryon — dice su esposo, avanza hasta su posición en la cama y pasa una mano por su cabello. Aemond se permite disfrutar del gesto, es el único que ha recibido desde hace meses. — Es tu sobrino, confío en que sabes lo que le gusta. Y así podamos agradar. La serpiente Marina está cada vez más enfermo, tu sobrino pronto será el heredero de Driftmark y será bueno tener una relación amistosa con él.

Su esposo toca ligeramente la cicatriz que tiene en su rostro y se aleja tras darle un suave pero frío beso en la mejilla.

Aemond cierra los ojos de nuevo y trata de controlar su respiración.

Omega Inadecuado (Lucemond)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora