1.14 ēngos

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Aemond lleva una mano a su vientre, es demasiado pronto para que un cambio pueda ser apreciado, su vientre es plano pero su piel sigue suelta y hay líneas blancas de estrías de sus embarazos anteriores que marcan su abdomen y se niegan a irse pese a que solicito al maestre que le recetara ungüentos para hidratar su piel. La otra prueba irrefutable de que aun su embarazo no es notorio, es que puede sentir el peso asfixiante de su esposo contra su cuerpo, aprisionándolo en sus brazos como un pulpo viscoso, su señor esposo pudo haber pasado cada uno de los días de su supuesto celo reclamando su cuerpo pero al parecer no ha saciado sus impulsos, él alfa proclama que su celo también lo ha afectado pero Aemond se contiene de rodar los ojos porque sabe que su celo no fue más que una farsa, su esposo solo está aprovechando la situación para ceder a sus impulsos como alfa y culpar a su celo de ser el responsable por orillarlo a actuar de una manera tan salvaje.

Puede soportar eso siempre y cuando intente pensar en otra cosa durante su apareamiento, lo que no soporta y le cuesta demasiado es reunir las palabras en su boca para suplicarle al alfa que lo anude y que le dé el hijo que tanto han estado esperando y buscando en cada una de las noches que comparten el lecho. Durante su celo los omegas suelen perder en su mayoría la conciencia y ceder a su lado omega, sucumbiendo a los bajos deseos por ser fecundados por lo que Aemond debe fingir cada una de las palabras y pronunciarlas con ferviente deseo, debe forzar a su cuerpo a evocar recuerdos de sus encuentros con Lucerys para producir suficiente humedad.

Es la quinta mañana de su supuesto celo cuando finalmente despierta y le señala a su esposo que ha concluido su periodo de celo y que necesita levantarse de la cama para comer, asearse y garantizar que sus sobrinos se encuentren siendo bien atendidos en su hogar.

— Tu sobrino Lord Lucerys ha partido de nuevo a Driftmark— dice su esposo mientras la sirvienta se abre paso en la habitación con una charola de carnes frescas y quesos, Aemond da un bocado a una de las rebanadas de queso y sujeta un trozo de pan blando.

Se entristece de saber que la única vez que vio a Lucerys durante su visita fue para que el alfa expresara sus dudas acerca de su lealtad, creyó más en la palabra de Joffrey que le aseguraba que le estaba siendo infiel con su sobrino y regreso para tratarlo mal, como si fuese un desconocido, ni siquiera la primera vez que acudió de visita recibió un trato tan hostil por parte de Lucerys.

Estaba agobiado, comprendía el hecho de que la distancia jugara en contra de ambos, Aemond en algunas ocasiones también llegaba a tener inseguridad acerca de Lucerys manteniendo su promesa a pesar de la distancia. Era el señor de Driftmark, alfa de las mareas y el segundo hijo de la reina Rhaenyra, los omegas crearían largas filas para estar con él, tan solo escuchar las propuestas que Lucerys rechazaba lo hacía suspirar profundamente con una especie de regocijo al saber que su alfa estaba cumpliendo con la promesa que el mismo hizo. Aegon había dicho que Jacaerys creía que alguna bruja lo maldijo para que no pudiera estar con ningún otro omega ya que los rumores apuntaban a que ni siquiera se divertía con los omegas que se ofrecían tan libremente en su propia casa.

— Podrás quedarte a descansar el resto del día antes de volver a tus responsabilidades, tu celo fue largo el maestre dice que hay una amplia posibilidad de que un hijo haya sido concebido durante este último periodo de calor— comenta su esposo, sus ojos se posan en la sirvienta que se apresura a retirarse. Su esposo pudo haber dejado de lado sus aventuras por el momento peros su ojos seguían desviándose hacia las jóvenes doncellas omegas.

Aemond asiente y continúa disfrutando de su comida antes de que pueda levantarse para lavar el aroma del alfa marchito de su esposo, puede olerlo en el aire y le causa repulsión, su propio aroma esta mezclado con el suyo. Es tan incompatible como los son ellos dos.

— No es necesario tomar un día más— dice volviendo la mirada hacia su esposo— quiero reunirse con mis hijos, los he extrañado.

— No creo que te extrañaran— comenta su esposo con un encogimiento de hombros—, pasaron los últimos buenos días volando sobre Arrax—. Aemond sonríe con la idea de Lucerys conviviendo con sus hijos bajo el permiso de su esposo. — Ahora es difícil de mantenerlos alejados de la casa de Vhagar, Joffrey Velaryon debe estar exhausto los niños insisten en ser paseados en dragones. Si tuvieras a Vhagar mis hijos no tendrían que mendigar ser llevados en los dragones de sus primos.

Omega Inadecuado (Lucemond)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora