SWEET SUMMER

EPÍLOGO

Tres años después

Unos pasos acelerados se dirigían por los largos pasillos blancos, varios saludos eran dados cada que pasaba por los diferentes espacios de lugar. Una sonrisa brillante y cálida era regalada con gusto.

─Eh, te vas a caer. ─ escucha decir a su amigo Félix, quien lo detiene con una mano en su brazo. ─Es lo mismo de siempre.

─Es bueno verte también, Lix. ─ sonríe el pelirrojo.

─ ¿A qué hora llegaste?

─Acabo de llegar. ─ da varios brinquitos en su lugar. ─ ¿Sigue aquí o ya se fue a casa?

─Estás de suerte, aun no acaba su turno.

─ ¡Genial! Te vere luego. ─ retoma su camino otra vez. ─ ¡Salgamos uno de estos días!

─ ¡Escríbeme!

Wooyoung sonríe y esta vez trota para poder llegar a tiempo.

Hace un mes el menor se había graduado, y con todo el alboroto de esa celebración no pudo viajar hacia Busan. San estuvo de un lado para otro visitándolo y volviendo en poco tiempo a su trabajo, pero nunca se quejó.

Y ahora estaba ahí. Queriendo sorprender a su novio, por millonésima vez.

San creía que Wooyoung seguía ocupado con sus papeles para el traslado a otra ciudad, por lo que no sabia que eso ya había terminado, así que el menor tomo un vuelo para visitarlo y darle la noticia.

Cuando Wooyoung tomo el pomo de la puerta alguien del otro lado hacia lo mismo, sorprendiéndolo con esa acción.

El pelirrojo observa con sus brillantes ojos a la persona frente a él, recibiendo una mirada de sorpresa y emoción. Una sonrisa se forma en las dos personas que estaban empezando a anhelarse con fuerza.

─Estás aquí.

─Estoy aquí.

San estira su brazo jalando al menor hacia su cuerpo, cerrando detrás de él la puerta de esa habitación. Una de las manos de San se posa con fuerza sobre la nuca del menor acercándolo para besarlo como tanto había deseado. Sus dientes toman con suavidad el labio inferior del menor mordiéndolo y luego chupándolo para luego perderse en su dulce boca, la otra mano toma con fuerza la cadera de Wooyoung pegándolo a su cuerpo para sentir esa calidez que lo rodea.

Sus labios chocan demostrando cuanto se habían extrañado durante esos días que no se vieron, las manos de Wooyoung se entierran en esa suave cabellera negra jalando cada tanto provocando gruñidos y jadeos roncos en San.

Choi mueve sus manos hacia los muslos del menor alzándolo e incitándolo a rodear sus caderas con sus piernas. Wooyoung termina sentado en la mesa de madera junto con San en medio de sus piernas pegándose tanto como puede a ese pequeño cuerpo.