Capítulo 2

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Capítulo 2

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Capítulo 2

~ Eliot ~


Año nuevo


Las luces en el cielo resplandecieron coloridas en medio de la noche por los fuegos artificiales y danzaron con el sonido de las champañas destapadas, los gritos, las risas, las copas chocando y los vehículos tocando la bocina; el aire olía a dulce y frío, a los asados en las casas y a los perfumes de la gente.

Año nuevo era divertido, más que navidad. Porque el ambiente de año nuevo es más fiestero, más movido, más de baile y música.

Me gustaba año nuevo. Así que era extraño que me sintiera un poco melancólico hoy.

Seguramente era porque durante los años anteriores había tenido la tradición de pasarla junto a Emil, Simón, Damien, Melisa y Gabriel, y simplemente nos quedábamos en el departamento de Dam hasta tarde, borrachos y con el estómago lleno de porquerías.

Este año, en cambio, estaba en la casa de Kat junto a sus amigos.

Un año nuevo diferente, supongo. No había nada de malo.

Kat se acercó a mí con una copa de champaña en su mano y ya ligeramente ebria. Iba vestida con una falda de cuerina muy corta y un top que le permitía mostrar su estómago y ese piercing en el ombligo que me parecía muy atractivo. Me plantó un beso en los labios que devolví gustoso y, con una sonrisa, me dijo que entrara a bailar con ella la primera canción del año nuevo.

Me arrastró a la sala donde el resto de los chicos de la academia estaba y me puse a bailar con ella mientras la música sonaba fuerte y las luces de colores que habían logrado colgar en las parades brillaban como si estuviésemos en una discoteca.

El resto vitoreaba y se movía junto a nosotros y yo me concentré en la curva de su cintura cuando puse mis manos sobre ella y me movía al son de la canción que reverberaba en mis oídos.

Quise desconectarme, llevaba semanas queriendo salir y distraerme, emborracharme, por lo que bebí más alcohol, rellené mi vaso más veces de lo usual hasta sentirme mareado en medio de la pista.

Ya no bailaba con Kat, simplemente estaba ahí en medio de sus amigos, moviendo mi cuerpo como me diera la gana y sintiendo todo con mayor intensidad que de costumbre. La sensación de estar tan desconectado de mi propia mente me era aterradora, excepto cuando ya me sabía por completo bajo los efectos del alcohol y ahí ya no me importaba nada, ni lo que decía la gente a mi alrededor, ni las miradas e, incluso, ni los propios pensamientos intrusos que me llegaban ante cada estimulo que me golpeaba.

Los oídos me cimbraban, mi respiración estaba agitada y el sudor corría por mi frente pese a que era invierno y afuera debían hacer como cero grados.

¿Cuánto tiempo había pasado?

Comencé a alucinar, le llamé «Emil» a uno de sus amigos y pregunté por Damien cuando me sentaron en el sillón.

Tomé mi celular, pero creo que alguien me lo quitó. Quería llamar a alguien y no me dejaron.

¿Por qué?

No estaba entendiendo lo que ocurría. Los efectos visuales en la sala que antes me habían parecido de lo más emocionante, ahora solo se distorsionaban en mi cabeza y me estaba abordando una angustia nauseabunda.

Comenzaba a perder la consciencia lentamente. Solo tenía imágenes disonantes, los colores, los sonidos, la gente, los olores.

Iba a vomitar.

Subí las escaleras de la casa y llegué al baño, no sé cómo. Alguien gritó mi nombre y yo me encerré y corrí hacia el retrete; vomité mucho, todo agrio y con sabor a alcohol. El sonido me hacía estallar la cabeza, el olor del vomito me mareaba más hasta que alguien puso su mano en mi frente y me acarició el cabello.

—Gabriel...

Creo que fue lo que dije, porque miré y me asombré de ver a Kat y no a mi amigo, al que no había vuelto a ver desde finales de noviembre.

Como un chicoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora