"La esperanza se tuerce a ilusión y luego vuelve al dolor,
así que goza, en silencio y sin mirar.
Y luego... siente.
En el gozo y dolor en simultáneo.
Entonces la esperanza se volverá agridulce."
Gabriel y Eliot se ven distanciados después de que Ga...
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Capítulo 14
~ Emil ~
Mayo
Me desperté a regañadientes y me sentí desorientado. Me dolía mucho el cuerpo, resentido debido a todo el ejercicio que hacía a diario.
Me incorporé y de inmediato noté que estaba recostado en el sillón del departamento de Simón, tapado a medias con una manta y sintiendo una brisa fresca llegar desde el balcón junto al característico olor a tabaco.
Me puse la manta encima y caminé en dirección al ventanal, abriéndolo lo suficiente para pasar y encontrarme con Simón sentado en un sitial, fumando un cigarrillo y viendo la noche poco estrellada de la ciudad.
—Pensé que lo habías dejado —le dije mientras lo observaba desde mi lugar.
—Lo hice —respondió él y le dio otra calada profunda al cigarrillo.
Me quedé un momento en el marco del ventanal mirándolo fijamente, pero todavía no dirigía su atención hacia mí, así que avancé y me senté sobre sus piernas, arrebatándole el cigarro y dándole yo una calada suave que me llenó del amargo sabor a la nicotina y el tabaco, que fluyó por mi garganta espeso y rasposo y finalmente dejé salir ese humo que se deshizo en hilos invisibles en medio de la noche.
—¿Descansaste un poco? —me preguntó cuando le devolví el cigarro.
—Sí, sabes que no he estado durmiendo bien. —Me acurruqué contra su pecho y él me rodeó con los brazos.
—Emil... ¿no deberías pedir ayuda? ¿tal vez con la psicóloga de la academia?
—Estoy bien.
Recordé a Gabriel y sus intentos de subirme el ánimo comprando un pie de limón o limpiando el departamento cuando sabía que no tenía tanto tiempo libre; también sus intentos por conversar conmigo y sentí vergüenza de mí mismo por rehuir de su atención y preocupación.
Pero no podía decirle a Gabriel lo que pasaba.
No. No podía decirle a nadie.
Simón me apartó ligeramente para que pudiera mirarlo.
—Sin mentiras ¿de acuerdo?
—La psicóloga no me ayudará.
—Tal vez necesites tomar algún medicamento para conciliar el sueño —sugirió, apartando un mechón de cabello de mi frente. La brisa volvió a soplar entremedio de los edificios y me abordó un escalofrío. Simón acomodó la manta sobre mis hombros y continuó mirándome, atento—. Lo digo en serio.
—Está bien... —le dije, rendido—. Hablaré con ella en la semana.
—Gracias, me deja más tranquilo.
Me dio un corto beso en los labios que supo amargo por el tabaco y luego terminó de fumarse lo que le quedaba a su cigarrillo, apagándolo en el bonito cenicero de vidrio que había junto a él.
—¿Qué hay de ti? —cuestioné.
—¿Qué?
—¿No necesitas ayuda? —pregunté, alzando una ceja.
—No tengo más problemas de sueño de los que siempre he tenido debido a la universidad.
—Ajá. —Lo miré entrecerrando los ojos y golpeando la cara interna de mi mejilla con la lengua—. Y volver a fumar no cuenta como un indicio de que necesitas ayuda —añadí con ironía, a lo que él simplemente se aclaró la garganta y me jaló para que volviera a recostarme sobre él, abrazándome con más fuerza que antes.
—Déjame tener un vicio aparte de ti.
—¿Y ahora te pones romántico para desviar el tema? —Él se rio y me dejó un beso en la frente.
—Me atrapaste.
—Conozco todos tus trucos, Simón Ortega.
—Puedo aprender unos nuevos —me dijo con simpleza antes de volver a darme un corto beso y añadir—: Descansa, Emil. Mañana seguiremos conversando.
—¿Tú no irás a dormir?
—Estoy muy cómodo aquí. —Se acomodó en el sitial, dejando que yo me recostara mejor sobre él—. Además, la brisa está muy fresca y la ciudad inusualmente más silenciosa. Es una noche perfecta.
—Si cogemos un resfrío te golpearé —solté, arropándome con la manta.
—O podemos simplemente coger.
Me erguí para mirarlo con seriedad y luego me puse de pie para jalarlo a la habitación.