Capítulo 13

10 4 0
                                    

Capítulo 13

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Capítulo 13

~ Gabriel ~


Abril

Ese día me tocaba cerrar el café y me sentía un poco cansado porque tuvimos una pequeña presentación de un libro durante la tarde y hubo mucha clientela que atender. Estuvimos corriendo casi todo el día preparando el local y luego desmontando todo para dejar listo para el día siguiente.

El libro que presentaron era de una autora novata, que sacaba su primera novela fantástica sobre una chica que era la reencarnación de una hechicera antigua y que ahora debía enfrentarse a demonios de su pasado, cambiando los paradigmas de la magia en el mundo.

Así que me prometí a comprarlo cuando tuviera el dinero, para así también apoyar a la autora.

Estaba saliendo de ahí con otro colega cuando alguien llama mi nombre detrás de mí y al voltearme, Eliot estaba ahí de pie junto a la entrada de la tienda. Su cabello lucía húmedo y traía colgado su bolso de ensayo. Me acerqué a él con prisa.

—Eliot, ¿estás bien? ¿pasó algo? —Él me miró frunciendo el ceño, confundido.

—¿Por qué preguntas eso?

—No lo sé, tal vez porque estás aquí sin avisar.

—Oh, es que no me detuve a pensarlo. Salí de mi clase y pensé en venir a verte y, no lo sé, solo pasó.

Mi compañero entonces se despidió de mí y se marchó. Yo me quedé viendo a mi amigo confundido, no me esperaba que Eliot viniera a verme de forma tan improvisada.

Además, ¿había estado esperando a mi salida? Eran cerca de las nueve de la noche y él no salía de ensayo tan tarde.

—¿Tenías planes? Lo siento, en realidad no lo pensé bien.

—No, es solo que... —No, por dios, no me ilusiones así, Eliot—. Me siento un poco cansado como para salir hoy... —murmuré, sin tener palabras todavía.

Era cierto, había sido un día agotador y quería solamente recostarme en mi cama, conocedor de que mañana también tendría que ir a trabajar y que el lunes debía ir a clases y que el mundo no se detenía jamás.

Eliot me miró con algo parecido a un puchero, con sus cejas fruncidas, pero todavía guardando una expresión de comprensión.

Y, siendo sincero, me había gustado mucho esta visita improvisada de Eliot, porque él era así, impredecible y detallista, y me gustaba eso de él; además de que me permitía pasar un rato juntos, porque en la semana no habíamos tenido tanto tiempo.

Lucía como un buen plan, así que me atreví a decir:

—Si quieres vamos a mi casa. —El rostro de Eliot se iluminó.

Como un chicoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora