"La esperanza se tuerce a ilusión y luego vuelve al dolor,
así que goza, en silencio y sin mirar.
Y luego... siente.
En el gozo y dolor en simultáneo.
Entonces la esperanza se volverá agridulce."
Gabriel y Eliot se ven distanciados después de que Ga...
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Capítulo 16
~Eliot~
«¡No te puede gustar tu mejor amigo!»
—Desde arriba —le escuché decir al profesor cuando aterricé en la realidad—. Concéntrate, Eliot.
Demonios, me había distraído y me perdí en la coreografía.
—Lo siento, chicos —les dije a mis compañeros. Ellos hicieron apenas un gesto con la cabeza para restarle importancia mientras jadeaban y volvieron a ponerse en posición.
—Vamos de nuevo. Cinco, seis, siete y ocho.
Una vuelta, mis piernas coordinándose, la mano y el pecho hacia delante y hacia atrás. Otra vuelta, una patada y hacia atrás.
Me tropecé, di la vuelta hacia el otro lado.
—¡Leone! —me reclamó el profesor. Sus ojos se abrieron sin mesura y su piel se enrojeció por la exasperación. Era la cuarta vez que perdía el paso.
—Lo siento.
—Sal de aquí. Vuelve cuando estés concentrado.
Me revolví el cabello y caminé hacia mis cosas que estaban un rincón, de donde saqué una toalla pequeña y la botella con agua.
Me senté en el piso mirando a través del espejo los pasos de baile del resto de mis compañeros; todos lucían sincronizados, se movían con fluidez y el profesor estaba adelante siguiendo la coreografía, atento a cualquier fallo en los pasos.
Me sentía patético.
Me sequé el sudor de mi rostro y cuello y bebí otro sorbo de agua.
«¿Me vas a decir que eres gay ahora? No seas ridículo.»
¿Por qué me acordaba de eso ahora?
Tiré la toalla al piso con rabia. Me sentía realmente frustrado.
La canción se detuvo y todos aplaudieron, había salido bien. Era una coreografía vieja que habíamos estado puliendo, una más de las tantas que preparábamos antes de decidir cuales mostrar en las siguientes presentaciones y, en general, la mayoría ya se sabía los pasos, ahora venía la parte importante: la sincronización, el tiempo, la expresión, la fluidez entre los bailarines... la puesta en escena en sí misma.
Solo había un espacio dentro del cuadro donde se suponía iba yo. El profesor me miró desde su posición delante de la clase y me hizo una señal para que me reintegrara al ensayo.
Caminé al frente y me posicioné delante de mis compañeros.
Era el bailarín principal de esa parte, tenía que hacer mi mejor esfuerzo.
La música comenzó y me concentré en las secuencias, en el compás, en mis brazos curvándose sobre mi cabeza y mis rodillas soportando mi peso entre los pasos acelerados; en el bombeo de mi corazón, el sudor corriendo por mi frente y el sonido de las zapatillas en fricción con el piso.
Me entregué a esas sensaciones conocidas de tanto tiempo. Salté, di otra vuelta, logré hacer el paso en el que había tropezado toda la tarde; sonreí con orgullo y seguí la coreografía. El profesor sonrió también.
«Te estás mintiendo y te harás daño y a él también.»
Pero las palabras seguían reproduciéndose en mi cabeza.