LEO
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Luego de descubrir que el Charro Negro había secuestrado a Nando, mis amigos no dudaron en brindarme su ayuda. No podía hacerlo solo. Sabía que para traer de vuelta a mi hermano necesitábamos un plan, una estrategia clara para llegar a las tierras oscuras, como las llama Teodora.
Mi conexión con el mundo de las tinieblas seguía intacta. Solo necesitaba a alguien que pudiera guiarme en el camino. Por eso íbamos en busca de la única persona que podría ayudarnos: el padre de Beatriz. Él debía saber cómo entrar al Inframundo.
Viajamos juntos en la carreta, recorriendo los pueblos cercanos, buscando pistas. Había oído rumores... la Gitana estaba cerca. Si ella estaba aquí, él también debía estarlo.
Mi mente estaba absorta en el camino, concentrado en cada señal que pudiera llevarme a la verdad, tanto que apenas prestaba atención a las conversaciones de mis amigos. Fue Alebrije quien me sacó de mi trance.
Alebrije mira a Leo con inquietud, su expresión seria, como si intentara confirmar un pensamiento aterrador. —¿No lo crees, Leo?
Leo frunce el ceño, aún sumergido en sus pensamientos. —¿El qué, Alebrije?
Alebrije exhala con un aire sombrío. —Que el Charro encontró la forma de regresar... para seguir sembrando miedo entre la gente. Pensé que lo habíamos derrotado la última vez.
Antes de que Leo pueda responder, Teodora interrumpe con una explosión de frustración. —¡Ay no, LEO! ¡Aquí mi cel no tiene señal! ¡Da la vuelta! Hace un rato sí tenía, o sea, jelou! ¡Ay no! ¿Saber qué horrores no estará sufriendo mi Nandito?! NO, LEO, ¡TODO ES TU CULPA!
Xóchitl, con paciencia, pone una mano en su hombro. —Ya, Teodora... no empeores la situación.
Teodora suspira dramáticamente, sacudiendo el celular con frustración. —¡Ay, equis, ya me cansé de no tener señal para ver mi face! Lo que me recuerda que nadie le ha dado me gusta a mis fotos.
Evaristo sonríe con calma, intentando aliviar la tensión. —Relaja tus chacras, Teodora. Amor y paz para todos.
Leo se masajea las sienes con impaciencia, sintiendo cómo la ansiedad se acumula en su pecho. —¿Podrían hacer silencio? Necesito pensar bien el plan.
Xóchitl cruza los brazos, su tono firme, pero sin perder calidez.
> Ya, Leo, nosotros venimos a ayudarte. No actúes como si te estorbáramos.
Leo exhala, sintiendo el peso de la situación. —Perdón, Xóchitl... Es solo que estoy preocupado. Mi hermano es lo único que me queda de mi familia. No quiero perderlo.
Xóchitl suaviza su expresión y le pone una mano en el hombro.
> Tranquilo, Leo. Lo traeremos de vuelta, confía en mí... digo, en nosotros. - Tartamudea y lo abraza.
Leo sonríe por primera vez en horas, sintiendo algo de alivio.
> Gracias. La verdad no sé qué haría sin ustedes.
Xóchitl se ríe, queriendo aliviar la tensión. —Estarías perdido, ¿bien no?Leo suelta una carcajada suave. —¡Qué mala!
Alebrije, con un tono juguetón, los interrumpe. —Ya, tortolitos, dejen de besarse. ¡Ya llegamos! Ahí está la carreta de la Gitana.
Leo reacciona de inmediato y se baja. —Vamos.
Leo avanza por el camino hasta la parte de atrás, donde toca la pequeña puerta. Espera un momento en silencio hasta que la madera se mueve y alguien aparece al otro lado.
> ¿Beatriz? ¿Eres tú? ¿Dónde está la Gitana?
Beatriz parpadea sorprendida antes de sonreír.
> —¿Leo? ¡Hola! Tiempo sin verlos. Mi tía está en el mercado, comprando cosas para el desayuno. ¿Se quedarán, verdad?
Leo sacude la cabeza con urgencia.
> Nos gustaría, Beatriz, pero no podemos quedarnos mucho tiempo. Necesito pedirle un favor a tu papá.
Teodora se adelanta, con el corazón acelerado.
> Sí, necesitamos que nos ayude urgente. ¡El Charro Negro se llevó a mi Nadito precioso y tenemos que ir a rescatarlo!
La expresión de Beatriz se ensombrece. Su voz se vuelve más baja, como si las palabras le pesaran.
> Me gustaría ayudarlos... pero mi papá ya no está. Al menos no en este mundo.
Leo frunce el ceño, sintiendo que algo se quiebra en el ambiente.
> ¿Cómo así? ¿Qué fue lo que pasó?
Beatriz baja la mirada antes de responder, su voz temblorosa.
> Un día mi tía y yo fuimos a comprar provisiones en el pueblo. Cuando regresamos... solo encontramos una nota. Llevaba la firma *CN*. Se lo llevó el Charro Negro.
La tensión crece. El aire parece volverse más pesado, Beatriz traga saliva antes de continuar.
> Creemos que lo llevó a su hacienda. No solo vino por su alma... No encontramos su cuerpo.
Da media vuelta, entra en la carreta y, tras unos segundos, vuelve con un papel arrugado en la mano. Se lo entrega a Leo.
> Es esta.
Leo sostiene el papel con fuerza, sus ojos recorriendo cada palabra. Su pecho se siente pesado, como si el mensaje llevara más que una simple amenaza.
