Capítulo 20: Begging on your knees

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Max quiso seguir a Toto, pero Christian, temiendo la reacción del mayor, le pidió que se quedará y él se encargaría de hablar con su esposo.

Sergio estaba preocupado.

Su padre lo había llevado de nuevo al auto. Se sentía incómodo al desconocer a dónde iban.

Esto le hizo recordar a la vez que lo llevaron a un internado. Pues sintió todo tan rápido que sus recuerdos son algo borrosos.

Llegaron a la oficina de su padre, pero no le permitió bajar del auto. El hombre entro al edificio solo, pero dejo a Sergio encerrado en el auto para evitar que escapara.

Estaba solo en el estacionamiento del edificio. Y no había nadie que pudiera auxiliarlo.

El pelinegro temía que lo mandara lejos como cuando era niño. Comenzó intentar abrir las puertas, pero estás no cedían. Después fue con las ventanas, pero estás tampoco bajaban.

No quería caer en la desesperación. Así que comenzó a revisar si había otras vías para salir del coche.

Entonces pensó que quizá podría escapar por la cajuela.

Busco al rededor de su asiento alguna forma de desplazarlo para abrirle paso a la parte de atrás del auto.

Al mismo tiempo volteaba a ver si su padre regresaba o no.

Entonces se dio cuenta de que podía meter la mano detrás de su asiento, sintiendo un cable que jalo con todas sus fuerzas y lo liberó, dándole paso a la cajuela.

Sergio comenzó a meter su cuerpo en la parte trasera del vehículo, y pudo ver una pequeña palanca de un color brillante.

Jalo de ella hasta que la cajuela se abrió otorgándole su libertad.

Sergio salió del vehículo como si alguien lo estuviera persiguiendo. Corrió hasta la salida del estacionamiento y llegó hasta la calle, donde se mezclo con las personas para que nadie lo viera.

Camino hasta llegar al edificio donde vive George, tocando su puerta con desesperación.

—¿Sergio?—Dijo la madre de su amigo cuando lo vio—¿Qué haces aquí, cariño? ¿No deberías estar en la escuela?

—¿Puede prestarme su baño?—La desesperación en el rostro del joven la convenció para dejarlo pasar.

Sergio tomo su teléfono y marcó a un número conocido.

Max se estaba muriendo de los nervios. Su padre había salido detrás de Toto y no tenía respuesta de nadie.

Sintio un enorme alivio cuando su teléfono sonó y era el número de Sergio.

—¿Dónde estás?—Fue lo único que salió de la boca del rubio.

—Estoy en casa de George, pude escaparme de mi padre—Comenzó el pelinegro —Pero temo que descubra en donde estoy. Necesito ocultarme hasta que las cosas se calmen.

—Dame la dirección, iré por ti y resolveremos esto juntos—Pidió Max y el pelinegro le dio todos los datos.

Salió del departamento agradeciéndole por su amabilidad y se quedó esperando al rubio en la entrada del edificio.

Max condujo a toda velocidad para encontrarse con Sergio. No aguantaba más ni un minuto sin estar a su lado.

Bajo del auto y entro al edificio, ahí lo vio sentado en el living.

—Llegaste—Dijo Sergio acercándose rápidamente a él.

Pero en respuesta solo recibió los labios del rubio sobre los suyos.

Lo correspondió al instante, sintiendo que el aire no era suficiente para mantener el contacto.

—No vuelvas a dejarme—Susurró el rubio para después volver a juntar sus labios en un corto besó, seguido por un cálido abrazo.

—Debemos irnos—Comenzó el pelinegro— Tuve una idea, es demasiado tonta pero puede funcionar por un tiempo.

Ambos caminaron hacia el auto siguiendo el plan del joven.

No era muy complicado.

Sabía que no podía quedarse en casa de algún amigo, pues era ahí donde Toto se pondría a buscar.

Así que decidió quedarse en un hotel bajo otro nombre. Y pobre George, pero su identidad sería tomada prestada.

Max tuvo que sacar el suficiente efectivo y más, para poder pagar la estancia de Sergio, además de darles una "bonificación" a los empleados para se registrarán sin identificación.

Entraron a la habitación y Sergio se percató de que no tenía más cosas que aquello que traía puesto.

—Necesitare que traigas mi ropa—Pidió—Y unos zapatos más cómodos.

Max se acercó a él, y lo tomo de la cintura para pegarlo a su cuerpo.

—Creo que tenemos algo pendiente—Dijo el rubio para después juntar sus labios.

Sergio sentía como la mano del rubio comenzaba a bajar hasta sus pantalones, tocandolo por encima de estos.

Sin embargo, el pelinegro lo apartó.

—Tienes el rostro lastimado ¿Y lo primero que quieres hacer es acostarte conmigo?—Respondió el pelinegro—Además, sigo molesto contigo.

Sergio recordo la confesión de Max sobre empezar todo por venganza. Una carente de sentido.

Pero más que nada, quería fastidiarlo un poco por hacer eso.

Max se sintió aturdido por el cambio de actitud del pelinegro. Pensaba que lo había perdonado cuando le siguió el juego en el baño.

—L-lo lamento mucho—Balbuceo, mientras Sergio se aguantaba una sonrisa—Haré lo que sea para compensarte.

—¿Lo que sea?—El pelinegro sonrió cuando lo vio asentir, entonces desabrochó la hebilla de su cinturón—Pídeme perdón de rodillas.

No eran necesarias las palabras, Max entendía bien lo que le estaba pidiendo.

El rubio se acercó a su rostro intentando buscar sus labios, pero Sergio lo esquivaba. En respuesta, el pelinegro lo tomaba de sus cabellos y lo hacía voltear hacia abajo.

—Arrodillate—Ordenó el pelinegro.

Max no tuvo opción más que rendirse ante sus caprichos.

Fue deslizándose hacia bajo, pasando una de sus manos por el pecho del más bajo hasta llegar a su abdomen.

El rubio ya se encontraba de rodillas frente a él, pero el espectáculo todavía no había comenzado.

Max comenzó a desabrochar los pantalones del pelinegro, mientras esté lo miraba expectante.

Había una expresión de satisfacción en su rostro, ni siquiera se molestaba en ocultarlo.

Quería que él supiera, que Max tuviera en claro, lo mucho que puede manejarlo.

—Veamos que tanto has mejorado—Continuó Sergio, retandolo con sus palabras.

¿A caso eso era algún tipo de concurso? No, era una demostración de poder.

Sergio mandaba sobre él, lo sospechaba pero ahora tenía en claro quien era el dominante entre los dos.

Esta era la venganza del pelinegro. Una personal, y muy pasional.

══ᴄʀᴀᴢʏ ᴅᴀʏꜱ ᴀɴᴅ ɴɪɢʜᴛꜱ══~ᶜʰᵉˢᵗᵃᵖᵖᵉⁿDonde viven las historias. Descúbrelo ahora