Capítulo 7: Mind games

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Checo puso seguro en su puerta, no quería otra visita inesperada.

Volvió a acostarse en su cama, arrepentido por lo que había sucedido.

No iba a negar que le gusto.

Pero no sabía si era un gusto culposo por lo ocurrido con Lewis, o si de verdad se estaba sintiendo atraído.

Negó con la cabeza y se propuso a olvidar lo que había pasado. Ya tenía experiencia en eso.

Max llegó a su habitación con una sonrisa en los labios.

Había logrado su objetivo, Sergio lo había besado.

Aunque el empezó el beso, el otro no lo rechazo.

¿Le gustó? Nunca antes había besado a otro hombre, pero no era muy diferente a las chicas.

Aunque admitía que esa escena había alborotado su cuerpo. Y algo dentro de él le pedía más.

Se sentía acalorado, así que decidió tomar una ducha fría.

Checo no dejaba de ver su teléfono, esperando una llamada de Lewis y que todo volviera a la normalidad.

Aunque de igual forma deseaba nunca haberlo conocido.

Era confuso, insoportable.

No era alguien que bebiera en exceso, pero esa tarde tenía mucha sed.

Se levantó mientras escribía en su teléfono, invitando a Carlos a tener una salida de viejos amigos.

Cuando recibió una respuesta positiva, se apresuró a cambiarse de ropa.

Max había terminado de vestirse cuando escucho al pelinegro hablando por teléfono en el pasillo.

Despeinado, salió a seguirlo.

—Estaré ahí en quince—Hablaba Sergio sin darse cuenta de que el rubio lo seguía en silencio.

El pelinegro termino la llamada y pronto sintió la mano de Max posarse en su brazo para hacerlo voltear.

—¿Te puse nervioso? —Pregunto el rubio con una sonrisa en los labios.

—Para nada—Mintió, pero el más alto no parecía ceder en su agarre—Suéltame.

Entonces lo soltó, pero se apoyó en la pared cerrándole el paso, básicamente teniéndolo contra la pared.

El rubio se acercó a su rostro, tanto que el pelinegro pensó que se repetiría lo ocurrido en su habitación.

—¿Te gusto? —Comenzó, pero Sergio no se animaba a verlo a los ojos—¿Quieres que lo vuelva a hacer?

El pelinegro no tuvo tiempo para responder cuando sintió los labios del rubio sobre los suyos. Y por alguna razón, correspondiéndole otra vez.

Sentía sus respiraciones mezclándose y el sabor de sus labios envolviéndole. Si Max estaba fingiendo, lo hacía muy bien.

Se separaban por momentos, intentando respirar, pero sin apartarse lo suficiente del otro. El rubio no parecía querer dejarlo ir.

Checo había comenzado un juego, o el juego lo atrapo a él.

Eso no importaba, pero ¿Cómo detener eso?

—¡Max!—Se escucho la voz de Christian proviniendo de la planta baja.

Ambos jóvenes se separaron, principalmente el rubio que se había puesto colorado.

Checo no dijo nada, aprovecho su alejamiento y se fue rápidamente.

Max se relamió los labios mientras lo veía marcharse.

Definitivamente había caído en su trampa.

Y si bien sentía que podía ser solo una atracción física, debía asegurarse que su corazón le perteneciera tanto como su cuerpo.

Estaba dispuesto a llegar a cualquier extremo.

Bajo las escaleras para encontrarse con su padre, quien quería mostrarle el lugar donde deseaba casarse.

Lo miraba muy emocionado por el tema, tanto que le dio pena el querer arruinar sus planes.

Pero ya había comenzado con su proyecto, y no iba a dar marcha atrás. Ni siquiera por él.

Sentía que hacia lo mejor para los dos.

Checo fue llevado por su chofer al lugar acordado.

En todo el camino se cuestionó si debía contarle a Carlos lo sucedido. Pero decidió que era mejor callar.

Había aprendido a no contar sus cosas para evitar que lo usaran en su contra.

Quería y confiaba en su amigo, pero estaba muy acostumbrado a guardarse todo.

Esa tarde bebió demasiado, y para la noche no podía mantenerse en pie.

Carlos lo arrastro hasta el auto y le pidió al chofer que lo llevara a casa. Le pareció preocupante el actuar de su amigo, él no era así.

Tomo su teléfono y busco entre sus contactos al tipo que alguna vez fue su amigo.

—Max, he mandado a Checo en su auto a casa—Carlos no le dio tiempo a responder—Asegúrate de que este bien.

El rubio se sorprendió por esto.

¿Qué había pasado? ¿Por qué debía asegurarse de que estuviera bien?

Max bajo a la recepción para esperar su llegada.

Comprendió casi todo cuando lo vio llegar. Estaba ebrio y necesito ayuda para meterlo en el elevador.

—Maldición—Susurró Max cuando vio lo mal que estaba.

Entonces, con mucho trabajo, subió las escaleras casi arrastrándolo.

Checo tenía suerte de que sus padres habían salido a cenar.

El rubio logro meterlo en su habitación.

Entonces el pelinegro volteo y junto sus labios torpemente. Max sintió el sabor a alcohol invadiendo su boca. Pero rápidamente lo alejo.

—¿Tú también? —Balbuceo el pelinegro.

Esa pregunta le hizo ruido, pero pensó que era solo los balbuceos de un borracho.

—Estas ebrio—Le recordó—Así no juego.

Lo recostó en su cama y lo acomodo asegurándose de que no se ahogaría si llegara a vomitar.

Checo lo tomo del brazo, como si le estuviera pidiendo que se quedará.

Esto sorprendió al rubio, pero no quiso protestar.

Se acostó a su lado y lo abrazo.

—No me dejes —Susurro lo suficientemente audible para que Max le pusiera atención —No quiero estar solo.

Ojalá Max pudiera saber lo que lo atormentaba, haría todo más fácil.

—Hey Checo, soy Lewis —Intento imitar al moreno —Puedes decirme lo que quieras.

Comenzó a buscar su teléfono dispuesto a grabar, pero se detuvo cuando Checo lo abrazo con más fuerza.

—Quédate a mi lado, no puedo hacerlo sin ti.

Max no pudo sacar su teléfono, así que solo se dejó envolver por su abrazo hasta quedarse dormido junto a él.

Quizá algún día se arrepentiría de lo que estaba haciendo, o quizá era lo suficientemente malo para superarlo sin remordimientos. Eso aun estaría por verse.

══ᴄʀᴀᴢʏ ᴅᴀʏꜱ ᴀɴᴅ ɴɪɢʜᴛꜱ══~ᶜʰᵉˢᵗᵃᵖᵖᵉⁿDonde viven las historias. Descúbrelo ahora