Capítulo 69: Condiciones

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Perspectiva general.

Sentaria, Aukan.

1104 d.c.

Los dos príncipes avanzaron por un camino de piedra, el cual tenía a su alrededor una vasta explanada que se extendía con jardines medianamente cuidados. El clima era fresco y agradable gracias a la cercanía que se tenía con la playa, era ideal para un paseo.

—¿Por qué estás tan pensativo? —preguntó Quinn a Aramis.

Aramis hizo una mueca antes de responder.

—Hay algo que me preocupa. La forma en la que mi madre ha estado actuando no es normal. Pareciera como si me quisiera lejos y no comprendo por qué, nosotros siempre hemos sido muy unidos.

—Tal vez lo estás entendiendo mal. Es la reina, tiene decenas de pendientes y además su salud no es muy buena según me has comentado. No lo pienses demasiado, tu madre te quiere mucho. Puedo estar muy seguro de eso.

—Sí, yo no lo dudo. Es solo que...

—Mira quien viene hacia nosotros —dijo Quinn con una sonrisa—. Después de hablar con ella te sentirás mejor.

Aramis clavó la vista hacia adelante y vio a Fargo correr en su dirección. Se le aceleró el pulso y su malestar desapareció, reemplazado por una emoción inconmensurable.

—¿Ya ves? —comentó el príncipe a su lado—. Era de esperarse. Incluso estás sonriendo sin darte cuenta.

—Cállate.

—Invítala a pasar la tarde en tu villa con nosotros. Te hará bien.

Fargo llegó con la respiración agitada y los saludó a ambos.

—Qué bueno que pude encontrarte, Mismis —dijo ella—. También es un placer verlo, principe Quinn.

El Tiskani asintió.

—Lo mismo digo, alteza. Justo estábamos comentando que sería un honor que nos acompañara a la villa Zen para pasar el rato. ¿Le parece bien?

—Por supuesto —murmuró con una sonrisa tímida.

Las horas transcurrieron rápidamente entre risas y charlas amenas. Quinn Tiskani era más interesante y divertido de lo que Fargo se había imaginado jamás, por lo que no le fue difícil entrar en confianza y hablar sin reservas.

Aramis se sintió complacido al verlos llevarse tan bien y se preguntó por qué no se habían tomado el tiempo para convivir antes.

—Ha sido maravilloso el poder platicar con usted, princesa —Quinn se levantó e hizo una reverencia—. Pero me temo que tengo algunos asuntos que requieren mi atención —Se volvió hacia el príncipe Zen—. Te veré pronto. Por favor, cuídate.

—Claro —respondió Aramis y lo acompañó hasta la puerta de la villa.

Al regresar a la sala, se paralizó cuando Fargo se acercó a él buscando refugio entre sus brazos. La sostuvo y la apretó con ternura.

A Fargo le dolía el pecho y un profundo sentimiento de tristeza la llevó al borde del llanto.

—Mismis.

—Dime.

—Quiero disculparme contigo —susurró pegada a su cuerpo—. Por todo. Han pasado tantas cosas y no he tenido la oportunidad de pedirte perdón. Sé que cada vez parezco menos digna ante tus ojos y eso me...

Aramis la apartó con suavidad y sujetó su rostro para poder mirarla a los ojos.

—No digas eso. Tú eres completamente digna y eso nunca cambiará. No hay razón por la cual debas disculparte.

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