3. Siena

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«La vida no implica un día gris, uno de color. No hay orden para el detrás de la tormenta viene la calma»

El timbre suena repetitivamente y el sonido se vuelve tan intenso que me despierta. Enciendo mi viejo cacharro y observo como son apenas las seis. Me quejo en alta voz y paso ambas manos por mi rostro.

Me siento en la cama y bostezo, mientras el sueño parece no querer abandonar mi cuerpo. Camino en dirección a la puerta de manera torpe. Necesitaba esta hora que me quedaba de sueño.

Abro la puerta, sin demoras, cuando llego hasta ella. No hay nadie. Maldigo a quién me haya gastado esta broma. Dispuesta a continuar durmiendo, muevo la puerta para cerrarla. Lo que perciben mis ojos me detienen en seco.

Otro envío.

Últimamente están ocurriendo cosas inusuales en mi día a día.

Me agacho hasta alcanzar el paquete y tras una mirada de inspección lo llevó hasta la pequeña cocina.

Otra vez miro con mil dudas entre «lo abro o no» pero la curiosidad puede más y termino deshaciéndome de la envoltura del paquete.

Es un limpiacristales.

Observo este apartamento y no tiene cristales que necesiten ser limpiados. Esta es una broma seguro.

Bajo del instrumento hay una carta.

«Aunque le huyas, el pasado te alcanza»

«Volvieron los días grises»

¿Qué demonios?

Mi pasado puede incluir a muchas personas, todas las personas que conozco.

Podría creer que es Erling, pero me quería tanto que sé que no sería capaz de hacerme daño.

Recojo eso y lo coloco sobre la mesa. Ahí se quedará hasta que a mí me de el deseo de pensar en la procedencia. Ahora necesito ir a trabajar. Al fin tengo una oportunidad de lujo, no puedo perderla por el «pasado»

Me doy una ducha con el agua del frigorífico. Así es siempre. Agua helada. No sé cómo aún no estoy crítica. Quisiera mucho poder bañarme aunque sea solo un día con agua caliente.

Al principio corría a envolverme en la toalla. Ahora lo hago con calma. Dicen que nadie es capaz de acostumbrarse a lo malo, pues yo ya lo he hecho. Aunque eso no implique quedarme quieta sin buscar el cambio.

Busco en el armario algún vestido decente. Podría fracasar en el intento de lucir relativamente bien.

Observo ese vestido blanco, demasiado sencillo y poco caro. De tirantes y desajustado al cuerpo.

Cuando me fui de casa, este fue uno de esos únicos tres vestidos que me llevé. Al provenir de Erling, preferí dejarlo y utilizar solo dos. Me lo ponía bastante poco pues no quería maltratar lo único que me quedaba de él.

Debería ponerme unos zapatos extremadamente altos, pero lamentablemente no cuento con ellos. Lo que puedo hacer por mí misma es ponerme mis tenis blancos. Suerte que el vestido no luce tan extremadamente mal con ellos.

Paso el cepillo por mi cabello y lo dejo suelto. Coloco una felpa de cabello en mi muñeca porque probablemente tendré que hacerme una coleta después para trabajar.

Utilizo el marbellín, que resiste largo tiempo, para pasar por mis pestañas. Aplicó brillo labial en mis labios y listo.

Arreglada con lo que tengo y al que no le guste «que no me observe»

No dispongo de los recursos suficientes para tomar un taxi así que metro voy a ti.

Agarro ese contrato en mis manos como si fuese la salvación de mi vida. El reloj avanza y yo lo observo varias veces intentando que avance más. Tengo muchas expectativas, grandes esperanzas con mi nuevo trabajo, espero no equivocarme.

Cobrando Codicias, cobrando rencores Donde viven las historias. Descúbrelo ahora