9. Siena

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Era sábado y ya pasa primera hora y aún no me encontraba con la mujer de Erling. Para mí es todo felicidad puesto que lidiar con este hombre ya por sí me causa estragos, encontrarme con su mujer me daría jaqueca.

El olor a croquetas me golpea el olfato y sonrío boba. Rápidamente oculto la respuesta. Erling no está para hacerme bien, todo lo contrario. Esto es solo una fachada pues no le sirvo si estoy en constante mareo.

Destapa el plato y me encuentro con carnes que no sabría identificar. Mi paladar solo puede degustar pequeñas cosillas de bajos recursos. No sabía que los desayunos ellos lo comenzaban así.

Pica un trozo de carne con los cubiertos pero esa porción la lleva con sus dedos a mi boca, rozándome los labios en el acto.

—Quiero «minutos de colores» —pido. El Erling de antes me habría cumplido el capricho.

Él, el Erling de ahora, ignora mi solicitud y pica otro trozo de carne, llevándola lleva a mi boca. No acepta un no, me embute la carne hasta que el plato queda completamente vacío. Me siento casi llena pero las croquetas me llaman.

Me tiende una que devoro feliz. Son iguales a las que me dejaron en mi apartamento. Fue él, seguramente. Esa frase solo la decimos él y yo. No sé cómo sentirme ahora, cómo sentirme después de este pensamiento.

— ¿No quieres probar una? —inquiero.

—Quiero que comas tú —demanda.

Sigue alimentándome serio. Cuando ya no queda nada va hasta la cocina nuevamente y me trae una botella de refresco.

—Bebe —ordena y lo hago—. Ve al baño, voy a asearte.

—Tengo que trabajar para ti y tu muj...

—Solo para mí. Soy el único que manda en ti. Así que ve al baño y no hagas que me enoje —demanda.

Asiento y dejo en la mesa la botella. Me encuentro tirado donde mismo los vestidos y la cajita. Los recojo y los llevo a la habitación.

Me dirijo al baño de inmediato cuando escucho pasos acercarse. Una estupidez la obediencia pero no tengo otra opción. Estoy en sus manos. Intento quitarme el uniforme pero antes de que terminara él aparece en el baño.

Me agarra fuerte y me lleva hasta la ducha. Mueve el grifo hasta que el agua caliente cae en mi cuerpo. Solo por bañarse con agua caliente aguantaría esto. Se dice fácil pero bañarse todos los días con agua helada es una putada. El clima no ayudaba un montón de veces; veces en las que creía que aparte de coger neumonía mi coño se volvería escarchas de hielo.

Toma gel que hay en una esquina del baño y deja caer gran porción sobre mis tetas. El gel resbala con locura por todo mi abdomen y muere en mi pelvis.

Esta situación no debería darme nervios. Estuve desnuda para él muchas veces, me tocó muchas veces, incluso después de años ya me vio sin nada. Sin embargo, el saber que su postura ahora no es el de novio, sino el de ex rencoroso me pone los pelos de punta. Es un juego tras de otro, no da caramelos.

Mueve sus manos por mi cuello y va bajando hasta mis tetas. «Solo es lavándolas» me repito mentalmente cuando sus manos magrean mis tetas con gel. «Solo es un baño» repito esta vez cuando mi cuerpo empieza a confundir las cosas y me excito en su acto que solo es una tarea para someterme. Baja por mi cintura y abdomen. Recorre todo con sus dedos, bañándome. Sigo confundiendo las cosas.

Pasa esta vez por mis nalgas. No hace más que mover las manos por ella. Mi cuerpo, confundido, desea que toque más. Lo miro, quiero saber si puedo entender su actitud, pero no lo logro. Se mantiene tranquilo, controlando la situación. No refleja nada.

Cobrando Codicias, cobrando rencores Donde viven las historias. Descúbrelo ahora