«La vida está llena de coincidencias, casualidades lo dudo»
Me movía intranquila en la cama. Las ganas de levantarme eran nulas. Las palabras del casero retumban en mi cabeza, instalando automáticamente en mí la voluntad de ponerme de pie.
Mi primera opción para buscar empleo. ECar. Tal vez, soy una chica demasiado soñadora. Tal vez podría dirigirme a lugares de menor categoría, no ir directamente a lo alto de la pirámide. Pero, soy fiel a lo que quiero y yo quiero trabajar ahí.
Después de una larga ducha, en la que he tardado mogollón, prosigo a secar mi cabello. Recuerdo al inicio de llegar aquí, creía enormemente que el agua saldría hirviendo. Me metí de lleno en la ducha esperando mi tan ansiada agüita caliente y cuando salió casi me convierto en piedra de hielo. Decir que estoy bien duchándome a esta temperatura es mentira, a lo malo nadie se acostumbra, pero al menos se pasa.
Mientras me seco el cabello, con una secadora de pelo que logré comprar hace dos meses, el viejo cacharro vibra. Usualmente, mi teléfono solo se siente cuando postean noticias ECar. Dada la situación de ser un ave sin hogar, no hay probabilidades que me escriba nadie.
«La clave del éxito está en ponerle empeño a todo aquello que te motive cada día. Los sueños se trabajan, se luchan, se consiguen. Que no te frene ni siquiera un dolor, haz de ello la fuerza».
—Identificador procesando información. Señor usted sufrió mucho, no tengo pruebas, pero tampoco dudas —comento al teléfono como si estuviese irremediablemente loca.
¡Qué no tener padres, novio o amigas te detenga a conversar!.
Aplico crema en mi piel. Una con olor identificable, pero bueno, algo es mejor que nada. Estaba en rebaja y a caballo regalado no se le mira el colmillo. Es especialmente un regalo, pues en las tiendas hay cremas con precios que es mejor ni mirar.
Me coloco unos jeans. El pantalón es el último que me compré, tiene al menos dos puestas, pero está en estado «rondando lo sin estrenar». Además, este me encanta, porque se adhiere a mi piel y es de corte alto. Alcanzo el pulóver blanco con la palabra «Smile». Este pulóver, lo he comprado adrede y tras mucho sacrificio, por supuesto. Cada vez que lo veo me acuerda de la sonrisa, la que terriblemente dejó de aparecer en mi vida. Busco mis tenis blanco favorito. Desde que me los compré hace un año, los guardo como si fuesen cristal.
Ahora mismo yo me siento como JLo desfilando por la alfombra roja de los Billboard. Independientemente del vestuario, la seguridad es arrolladora.
Tomo dos mechones en mi pelo y los junto en mi cabeza con una hebilla. El resto del pelo se queda ligeramente suelto.
Me observo al espejo aprobando mi apariencia. Tomo mi antigua cartera y guardo en ella el poco dinero que me queda y mi viejo cacharro. Alcanzo mi prueba de haber pasado el estudio necesario.
Ahora mismo un taxi sería una mala estrategia para mi economía, pero si tomo el bus hay altas probabilidades de no sobrevivir al arreglo y la apariencia es importante para una entrevista de trabajo.
Al pasar por la cocina me encuentro con la cajita que guardaba las croquetas. No fue un sueño, me las han enviado. No quiero hacerme ilusiones, pero solo Erling conocía sobre mi fascinación por ellas.
Busco en la caja, alguna etiqueta o identificación que me ayude a encontrar al remitente de tal agrado regalo, pero no había nada.
Maldita sea, ni siquiera guardé para después.
Salgo de casa y camino dos cuadras. Es entonces que veo venir un taxi y le hago seña, pasando de «los costos están por encima de los ingresos en tu economía Siena».
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Cobrando Codicias, cobrando rencores
RomansaSiena parte de su barrio en busca de un futuro mejor. Todo lo que tenía: tres viejos vestidos, una cajita de madera de recuerdos y muchas ganas de salir adelante. Las palabras de su padre, «Aquí o en la China, Esme, siempre serás una fracasada» se...