Dejé de mirar el móvil, dejé de darle vueltas, ahora la parte masoquista debería quedarse escondida.
Mierda.
Otra vez la palabra debería.
Esta vez si haré caso.
Porque la arena movediza bajo mis pies me están tragando sin miedo en los sentimientos que no disminuyen por él.
Porque nos hemos equivocado los dos y nos hemos roto, sí, yo más a él que él a mí, pero el daño por muy pequeño que sea, sigue siendo daño.
Porque el odio que le tengo no existe ni aunque en mi cabeza me lo repita mil veces.
Porque confío que tendremos un momento, pero no es ahora.
Atiendo a Jordan, mientras tomo la copa de Cosmopolitan y la llevo hasta mis labios, apropiándome del increíble sabor.
—Tienes a alguien muy nervioso —comenta cuando la pantalla de mi móvil se ilumina con una llamada entrante.
—En nuestra historia, Jordan, tú eres un punto de inflexión —cuento—. Erling fue mi novio, en aquel momento donde yo me acostaba contigo. Estaba enamorada de él, pero no tenía disponibilidad económica para ayudarme a salir de la vida que llevaba en aquel momento. Sabía mis planes contigo y lo dejé ir. Interpuse el dinero que podías proporcionarme antes que él y su amor.
—Cuando un hombre se enamora, hace lo que sea por la mujer que ama —expresa dándole un sorbo a su whisky—. Él no podrá batallar mucho tiempo en contra de lo que siente por ti. Se le nota en la forma en la que te observa.
No quiero remover el tema de Erling, porque aún batallo con el «debería». Debería no ir a verlo, debería quedarme aquí.
Odio esa palabra, ¿lo dije antes?
— ¿Y tú Jordan? —pregunto—. Si somos socios de este plan de celar a dos personas, al menos ambas partes deben sincerarse de la historia que no hemos contado. ¿Ya no es Emmaline?
—Me enamoré brutalmente de la rubia —cuenta y da otro trago a su bebida—. Pero, ella eligió otro camino. El amor también es eso, no cortar las alas. Me dediqué a mí, a mi negocio, pero, esta chica que conocí hace días me tiene irremediable perdido. Lo peor es que juntos, parecemos no tolerarnos.
—Un «enemigos a amantes» —suelto—. ¿Será el odio que decimos tener el que nos haga desear hasta perder la cordura a la otra persona?
—El odio solo es un reflejo, de las respuestas que envía tu mente a qué no debes amar a esa persona. Tarde. El corazón actúa por su cuenta y la mayor parte del tiempo, primero —asegura.
Otro trago de los dos a la vez.
—Quiero pedirte disculpas por haber intentado vaciar tu billetera —expreso—. También te doy las gracias, porque nunca llegamos a más. La chica que hoy ves, ha crecido, ha luchado, se ha esforzado y eso es gracias a que el dinero no le cayó fácil, como quería.
—Te pido disculpas también, por haber sido un completo animal cada vez que nos veíamos y tratarte como lo hice —dice él.
—No pasa nada —respondo tomando el último buche de Cosmopolitan de mi copa—. El pasado solo me pesa, en lo que respecta a mi relación con Erling.
—Pues empecemos de nuevo, Siena —comenta extendiendo su vaso y al ver mi copa vacía ordena que me pongan un trago más—. ¿Podemos ser amigos ahora?
—Podemos —aseguro.
Brindamos y esta vez, aunque volvemos a utilizar al otro, no estamos en las mismas condiciones de antes.
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Cobrando Codicias, cobrando rencores
RomanceSiena parte de su barrio en busca de un futuro mejor. Todo lo que tenía: tres viejos vestidos, una cajita de madera de recuerdos y muchas ganas de salir adelante. Las palabras de su padre, «Aquí o en la China, Esme, siempre serás una fracasada» se...