III

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Uno, dos y tres

Sus piernas se abrieron casi de una forma sorprendente mientras volaba por los aires para luego aterrizar con gracia al haber llegado a la otra esquina de la sala. Sus compañeros lo observaban asombrados mientras que él seguía con su rutina sin presentar atención a nada más que la música tocada por el pianista esa mañana. Se deslizaba por el lugar casi como de una forma automática, pareciendo una pluma movida por el viento, tan ligero que llegaba a asustar. Había ensayado tanto para aquello, se sentía tan bien... había pasado una espléndida noche, aún podía sentir los labios de su amado recorriendo con calma su cuerpo, con una calma tan fuerte como la que él demostraba al bailar.

Con la última nota en aquel piano terminó su rutina justo en el medio de ese enorme salón de piso negro, viendo directamente a su reflejo en el espejo, escuchando los aplausos de sus compañeros mientras descansaba en su postura hasta que finalmente terminaron esos segundos para poder relajarse. Lo primero que escuchó fue la voz de su entrenador advirtiendo a todos los otros chicos presentes.

"Así es como se ve una rutina digna de la Academia Real, muchachos." Escuchó decir en general, sin lograr sorprender a Aziraphael por su palabras, pues sabía que en cuanto estuvieran solos, los regaños llegarían. "Es eso a lo que deben aspirar si quieren llegar a ser un principal." Con aquellas últimas palabras todos supieron que la clase había terminado, misma razón por la que comenzaron a marcharse.

"¿Puedo irme yo también?" Preguntó el ojiazul casi de una manera tímida a su entrenador, aunque bien sabía la respuesta a esa pregunta.

"No, debemos mejorar tu grand jeté y tu tour en l'air para esta rutina, puedes hacerlo mejor que eso." Sabía bien que su pupilo dominaba bien ambos saltos, sólo quería presionarlo a creer que podía ser mejor. "Pierdes el tempo de la música al realizarlos, y aunque te recuperas bien, cualquier jurado notará que no lo haces a tiempo... Necesitas parecer más seguro."

"Sí, señor." Se limitó a decir.

La Academia Real había sido su sueño desde que había descubierto el mundo del ballet. Bailar a la reina y a su familia real era con lo que soñaba desde que era un pequeño niño, pero ahora que había crecido, había algo más que lo motivaba... si era en el puesto de principal al fin se liberaría de su entrenador, se acabarían los abusos, las malas palabras, todo lo que le hacía sentir miserable. Con un sólo aplauso la música comenzó a sonar de nueva cuenta, preparándose en el medio del salón y viendo su esbelto reflejo en el espejo. Sus brazos dieron inicio a la rutina, como si intentara saludar al sol con ellos, luego sus piernas se desplazaron con una destreza natural por el oscuro suelo, dando con sigilo cada paso que nacía de su cuerpo.

Estaba cansado, y sus piernas se sentían a acalambradas de tanto prácticar. Ya había realizado la misma rutina al menos unas viente veces, cuando en uno de los numerosos saltos sus piernas no reaccionaron bien a la caída y cayó instantáneamente de golpe al suelo, golpeándose la cabeza contra este. Estuvo un par de segundos aturdido, viendo pequeños y difusos puntos negros en el techo antes de que escuchara decir a su entrenador:

"Que tengas buena tarde, Martin." En forma de despedida hacia el chico que tocaba el piano, dejando sonar el golpe de la puerta contra su umbral por todo el lugar.

Pronto escuchó pasos apresurados hacia él, luego unas manos tomando las suyas para poder levantarse apenas y finalmente ya estuvo incorporado de nuevo. Martin lo veía un poco preocupado, sin embargo, él realizó un movimiento de mano para que ya no lo estuviera.

"Eso sonó como un golpe fuerte." Comentó el muchacho con su ceño ligeramente fruncido ante la despreocupación del ojiazul. "¿Seguro te sientes bien?"

Never Gonna Dance Again [Aziracrow]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora