Las noches frías de Rusia no era algo que disfrutaba mucho, no lo hacía en ese momento y no lo había hecho en la primera oportunidad que tuvo de pisar ese país, hace un poco más de tres años atrás. Sentía que el frío le calaba los huesos cuando caminaba, y que no importaba cuantas capas de ropa usara porque siempre llegaba casi empapado a su hogar temporal, pues la nieve parecía atravesar incluso la más gruesa de las telas. Solamente esperaba a que el invierno al fin terminara y le diera paso a la primavera, pues tendría la oportunidad de verla llegar en ese país a causa de su estadía. Aunque sabía que las temperaturas no igualaban a las de su preciada Londres en tal época, le gustaba la idea de poder ver el sol al fin, que la nieve se derritiera y las nubes dejaran de cubrir el cielo.
En ese frío país había logrado lo que no en Inglaterra: creer que era bueno en lo que hacía y también formar lazos de amistad. A él no le gustaba admitirlo, pero la gente que ahora lo rodeaba con cariño se lo hacía saber siempre que comenzaba a dudar. Él era una inminencia en el ballet internacional, era tan buen bailarín como llegaría a serlo en su vida. En los últimos tres años había bailado en todos lados... En Londres, Viena, Praga y en ese momento estaba siendo el único inglés, exclusivamente invitado a bailar con el cuerpo de baile de Bolshoi. Era algo completamente glorioso, y las gentes a su al rededor, retirados y activos del rubro, creían que su carrera era un suceso que nunca había ocurrido antes. Pero pese al éxito que rodeaba su vida, viajando, bailando, ganando premios, no había noche en que no pensara en lo que había perdido: Anthony J. Crowley.
La semana ya había pasado, su vuelo hacia Rusia salía en un par de horas y él se encontraba con su maleta en la acera contraria a la cafetería de los Crowley. Desde hace un par de minutos que veía desde ese lugar la forma en la que Anthony trabajaba como si la beca nunca hubiese llegado, como si no se hubiese marchado a América y como si no hubiese publicado un libro para darle un vuelco a su vida; como si el tiempo se hubiera detenido y nada de lo que les llevó a la ruina hubiera ocurrido.
Se hizo de valor al fin para cruzar la calle y entrar a ese cálido local, llamando la atención del dueño, de un par de personas y del pelirrojo encargado de levantar las tazas vacías de las mesas desocupadas. Apreció cada gesticulación que el muchacho hizo al verlo para guardarlos en su memoria y vivir del recuerdo cuando estuviera lejos. Sus labios estirándose en una sonrisa, sus ojos iluminándose como un montón de estrellas, su paso apresurado dirigiéndose hacia él para recibirlo con un beso cariñoso en sus labios, sin recordar siquiera la vida y a la chica que había dejado pausada en América por haber vuelto a su país. Disfrutó del roce de su boca por un momento, sabiendo bien que existía la enorme posibilidad de que no volvería a sentirlo jamás.
"¿Quieres sentarte? ¿Desayunaste?" Escuchó su voz, comparándola en su cabeza con las melodías que hacían mover su cuerpo en la academia, asegurándose de guardar su timbre y la forma en la que respiraba para pronunciar cada palabra.
"No, así estoy bien." Soltó una risita algo avergonzada, poniendo fuerza de voluntad sobre sus hombros para alejarse un par de centímetros de él. "De hecho, yo... Vine a despedirme."
"¿A despedirte?" Pudo ver como ese ceño se frunció en forma de confusión, sin embargo, la sonrisa de sus labios no se borraba. "¿A dónde vas?" Y sólo entonces pudo notar la maleta que acompañaba al bailarín.
Él tomó su mano con cuidado, como si fuese a romperse para poder llevarlo hasta las afueras del café, donde nadie realmente los viera, pues la gente en la calle estaba muy ocupada en sus asuntos para notar a un par de amores que estaban apunto de separarse una vez más. Había practicado ese momento en el espejo desde que Crowley apareció en su puerta una madrugada, hacía una semana atrás. Pero todo lo que entrenó se había ido al tacho de la basura en cuanto vio sus ojos de nueva cuenta. Esa mirada confundida parecía calarle el alma, pero bien sabía que lo que estaba haciendo era lo correcto... No podía jugar con el destino y escapar como un fugitivo, no si quería asegurarse que en el futuro trabajara para con él y no en su contra.
ESTÁS LEYENDO
Never Gonna Dance Again [Aziracrow]
FanfictionNunca volveré a bailar otra vez, hasta que baile contigo.