XIV

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De su hombro no iba colgado nada más que un pequeño bolso en donde llevaba su preciada libreta, un lapicero, el libro que estaba leyendo y uno que otro documento que debía revisar para la editorial. Era la noche del lunes, y él se encontraba en el aeropuerto internacional de Nueva York con destino a Londres para darle una sorpresa a su padre y a su novio; esa semana entera Estados Unidos se encontraría ligeramente paralizada por el Día de Acción de Gracias, y como no era una celebración propia de un británico, él había decidido perdersela para volver temporalmente a su hogar, cuatro días, específicamente. No sabía que encontraría al otro lado del océano luego de casi cuatro meses comunicándose por escuetas llamadas, uno que otro correo electrónico y muchos mensajes de texto. Lo único que deseaba era saciar las ganas que tenía de besar a su novio, dormir entre sus brazos hasta la eternidad y saber que él se encontraba a su lado, calmandolo con sus caricias y embriagandolo con sus sonrisas.

Su vuelo partía en un par de minutos, y estaba completamente preparado para dormirse en el avión y despertarse a la mañana siguiente en su querida Londres. Si sus cálculos no fallaban, estaría llegando al rededor de las diez de la mañana a su país, por lo cual saldría del aeropuerto e iría inmediatamente a la academia de su novio... Sentía que en su cuerpo no le caían las ganas de la emoción por verlo, que explotaría mientras dormía si es que lograba hacerlo, incluso, más de algún verso había logrado salir de su cabeza para poder ser plasmado en el papel de su agenda, como si con el sólo hecho de saber que volvería a verlo, toda su inspiración resucitara de entre los muertos.

Se encontraba inquieto en su asiento, observando por la ventana esa enorme ciudad mientras el avión rompía la capa de nubes que se había colado sobre ella a causa de la llegada temprana del otoño ¿Cuál sería la reacción de Aziraphael al verlo después de tanto tiempo? ¿Todo sería igual como si su amor se hubiera congelado o todo sería incómodo para dejarlos en ese lugar que estaban antes de haberse conocido? El bailarín le contaba poco y nada de lo que ocurría en su vida, se limitaba a escucharlo hablar, y no porque él no se callara, sino porque el muchacho evitaba responder sus preguntas o simplemente las ignoraba como si él no las hiciera. No esperaba que todo siguiera igual, pero esperaba a que el amor que se habían dicho tener siguiera igual de fuerte que el día en que se separaron.

No notó el momento en que, pese a los nervioso y el revoltijo formado en su estómago, se durmió a la espera de que esas siete horas pasaran lo más pronto posible, siendo despertado con cuidado a causa de las manos gentiles de una azafata moviendo su hombro. El avión ya había aterrizado en su tierra natal. El aire se sentía más liviano, el cuerpo no le pesaba y de pronto creyó que explotaría de alegría en cuanto pisó el aeropuerto y sólo pudo escuchar los diversos acentos de la gente que conformaba su país.

"Buenos días." El chófer del autobús lo saludó mientras se encargaba de pagar el transporte. Hasta cosas tan simples como aquellas había extrañado, la gentileza y respeto de sus pares, algo que en Nueva York no había encontrado en los cuatro meses que habían pasado.

Sus manos sudaban pese al ligero frío que envolvía la ciudad, y pudo jurar que estuvo apunto se caerse cuando bajó del autobús, a un par de cuadras de la academia del Royal Ballet. El edificio se veía igual de imponente como siempre, la música lograba escaparse a través de las gruesas paredes e hizo aquello que siempre acostumbraba a hacer antes de haberse marchado; inspeccionó cada una de las ventanas en busca de su amor, de forma lenta, sintiendo como era que el corazón le bajaba hasta el estómago solamente para volver a subir, pero hasta su boca... Hasta que al fin lo encontró. Pudo ver su fino perfil y su inconfundible cabello rizado color de oro, estaba hablando con alguien, pero a él no pudo importarle menos cuando luego de tanto tiempo vio esa sonrisa esbozarse una vez más. Sin quitar su mirada de la ventana en la que lo había encontrado, tomó su teléfono celular y marcó a su amor; pudo ver como el móvil logró llamar su atención, pero una suave espina se coló en su pecho en cuanto vio como era que veía la pantalla, y simplemente lo ignoraba para poder seguir con la conversación animada que tenía. Intentó otra vez, divisó su ceño fruncido, como fue que él analizó si contestar o no por un par de segundos, hasta que al fin lo hizo, aún con la compañía de un muchacho desconocido a su lado.

Never Gonna Dance Again [Aziracrow]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora