La semana ya había acabado, y al fin todo lo que se planificó por casi un año se había terminado. Ya no tendría que pensar en lo que tenía que hacer al día siguiente, o al día después de ese, pues su agenda como la nueva promesa de Random House había llegado a su fin. Podría dormir hasta tarde si así lo quería, volvería a trabajar con su padre en la cafetería mientras comenzaba los trámites para volver a su preciada universidad local el semestre entrante, incluso podría olvidarse de Estados Unidos por un largo rato.
Aunque eso lo tenía ligeramente preocupado.
¿No debía preocuparle ese país aunque fuese un poco? Después de todo, ahí aún se encontraba la chica que decía querer, esperando a un retorno que él no tenía muchas ganas de hacer ¿No debía pensar también en volver a Nueva York próximamente para estar entre esos cálidos brazos otra vez? Creía que eso no lo estaba dejando dormir luego del día tan ajetreado que había tenido, y es que esa era la verdad, ni siquiera pensar en su hermosa Olivia Armstrong le removía las entrañas para volver a ese lugar al otro lado del charco... Y es que realmente no deseaba volver a esa ciudad, a esos brazos, a esas calles. Estar en su país lo volvía realmente quién era, recobraba su esencia, tenía inspiración de nueva cuenta; pero se sentía culpable. Estando en Inglaterra olvidaba completamente la vida que había hecho en América, como si nunca hubiese existido, como si nunca hubiese conocido a ese nuevo amor y como si nunca hubiese perdido todo lo que ahí había tenido. Olivia no cruzaba su cabeza hasta bien entrada la noche cuando el remordimiento por olvidarla le golpeaba como un puñetazo en la boca del estómago o cuando se encontraba a sí mismo añorando un encuentro accidental, ahora que estaba de vuelta en la ciudad, con el bailarín que ocupaba sus sueños y más grandes anhelos.
La media noche ya había pasado hace un rato cuando desertó de sus intentos por conciliar el sueño. Sentía que su cuerpo entero quemaba pese a la naturaleza fría de los otoños en Londres, pero también sentía que hasta su piel le molestaba, el roce de sus sábanas era demasiado perceptible y la oscuridad parecía deslumbrar como el más grande faro, dejándolo ciego cada vez que abría sus ojos. No supo cuanto tiempo estuvo sentado a la orilla de su cama, aquella que parecía muy pequeña estando acostado y se veía inmensamente grande cuando se levantaba para intentar respirar y relajarse ante su propia psicosis. La mayoría de las veces él no actuaba por instinto, sus decisiones solían ser precavidas y con una larga data de meditación, sin embargo, creía que si estaba un momento más en la habitación que había servido como cápsula de desarrollo en su infancia y adolescencia, se volvería loco.
Ni siquiera se molestó en abrigarse cuando salió del hogar de su padre, sin avisarle. Creía que el viento frío de la noche le ayudaría a calmar sus impulsos, eso o conseguía un resfriado mientras dejaba que sus pies recorrieran las calles de esa antigua ciudad. Se sentía ahogado en su propio cuerpo sin saber que hacer, la inquietud que se alojaba en su pecho ni siquiera lo dejaba respirar muy bien, y es que sabía bien hasta donde sus piernas lo estaban dirigiendo, sin embargo, él no se molestaba en detenerlas para dar la media vuelta y volver a casa. En cuanto llegó a su destino, se quedó observando aquel imponente edificio, sintiéndose incluso reconfortado al ver la mayoría de las luces apagadas, pues la hora lo ameritaba. Luego de haber estado estudiando la edificación por lo que pareció ser una eternidad, al fin se decidió por entrar, saludando al conserje, que pudo reconocerlo casi de inmediato, dejándolo pasar. Mientras subía las escaleras con una calma inquebrantable pensaba en que estaba haciendo y en como esa decisión podía romper la vida que había creado en el último año y medio, sin embargo, no se detenía y mientras más escalones subía, más dichoso comenzaba a sentirse.
0704
Rezaba la placa dorada sobre la puerta de madera que separaba el corredor con ese otro lugar que hace tiempo había dejado atrás. Aún podía recordar el dolor que sintió la última vez que estuvo ahí, como su corazón había sido roto en un centenar de pedazos por su único amor. No supo muy bien cuanto tiempo pasó leyendo esos cuatro números una y otra vez hasta que se decidió por tocar la puerta, con su mano temblorosa y con el corazón queriendo escapársele por la boca. En cuanto escuchó pasos provenientes del otro lado y también esa conocida, pero, a la vez lejana voz quejándose, quiso escapar, esconderse, hacerse minúsculo para que él no lo viera; pero se quedó ahí, estático, esperando el resultado de la ecuación que él mismo se había encargado de hacer en la última hora y media desde que había salido de su hogar.
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Never Gonna Dance Again [Aziracrow]
FanfictionNunca volveré a bailar otra vez, hasta que baile contigo.