VIII

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Se sentía nervioso, porque hasta ese entonces nunca había tenido que leer nada frente a sus compañeros de clase, pese a que ya estaba en su cuarto año de universidad. Su maestro era un poeta que había dejado atrás la publicación de libros, así como también la fama que había recibido en los años ochenta para poder vivir una vida junto a la persona que inspiraba todos sus poemas. Era un hombre feliz, amaba enseñar e incluso, había sido tan bueno que algunos de sus poemarios eran material de estudio en otras clases. A Crowley le agradaba, siempre se quedaban hablando un poco después de que la cátedra terminara, e incluso, se saludaban amistosamente si llegaban a encontrarse en los pasillos de esos viejos edificios.

Vestía un traje, pues era parte de la calificación que se le pondría al final, había peinado un poco su cabello y se encontraba esperando a que el muchacho elegido antes que él terminara para poder escuchar las impresiones de su profesor. El poeta era justo con sus comentarios, pero no por eso era más piadoso con aquellos a los que su clase les costaba un poco más porque según en sus propias palabras: creían que el mundo giraba entorno a la narración, cuando todo a su alrededor se movía gracias a la lírica.

"Me alegra que salgas un poco de tu zona de comfort, Kennedy." Lo escuchó decir. El muchacho había leído un poema de su autoría, al parecer de Crowley, horrendo. "Pero creo que todos sabemos que los poemas no son tu fuerte, aunque es bueno que lo intentes." Se escuchó una risa mancomunada del salón. "Tienes un cinco punto uno." El muchacho celebró su baja calificación bajo la atenta mirada divertida del maestro, antes de dirigirse hacia su pupitre. "Anthony Crowley, adelante por favor." Lo llamó. Él creyó que había sido sentencia de muerte.

Sus pasos resonaron por toda esa antigua sala, produciendo un eco a causa del pequeño tacón que tenían sus zapatos formales. Subió al podio que estaba frente al profesor, desde donde él usualmente se dirigía para realizar su cátedra, colocó su libreta sobre la madera barnizada y soltó un pesado suspiro ¿Qué pensaría su educador al escuchar esas palabras que ni siquiera habían sido escuchadas por quién las había inspirado? Se mantenían ocultas en sus cuadernos, en alguna boleta que encontrara en sus pantalones cuando no tenía ningún papel cerca, en la pizarra de la cafetería de su padre, para luego ser borradas antes de que él las viera.

"Se titula: Procuro olvidarnos." Comenzó, apoyando sus manos en el podio en un intento de liberar tensión, recordando a quién había sido musa de las palabras que estaba por pronunciar. Sus ojos azules y sus manos suaves, el cabello rizado con aspecto de oro, labios rosados igual que una fresa y sueños de niño con dolores de quién ha vivido mil años.

"Quiero morir en tus brazos aunque me hayas negado las puertas de tu amor.
No quiero despertar esta noche porque ya no soy yo
quién tiene valor.
El silencio de tu mirada tranquila me ahoga sin saber yo nadar
y de pronto recuerdo sin querer olvidar."

No había sido necesario mirar la libreta en que había anotado esa carta sin receptor, pues podía recordar bien cada palabra sin necesidad de haberlas estudiado. Sentía las manos cariñosas de su amante envolviendolo en la ilusión con cada palabra que recordaba, como si de pronto las imágenes del muchacho entre sus brazos se hubiera materializado para dejarlo en un abismo mientras recitaba.

"Me enredo en lo que podemos ser, como se enreda la muerte en un enfermo
Enséñame a bailar en tu infierno
Y sólo así nuestro amor podrá ser eterno.
Dile a mis pies como moverse para llegar hasta tí
Dime cómo podré vivir mi vida, si sin ganarte ya te perdí."

Sus compañeros parecían absortos en sus declaraciones, mas él no era capaz de notarlo. Su mente se había ido a blanco, pudiendo ver sólo esos luceros azules que le robaban el sueño, y escuchar la risa que más de una vez él había provocado. La calidez de los brazos de su ilusión habían sido acompañados por una cabeza apoyada a su espalda. Esas manos se sentía tan reales que incluso creyó que toda la situación era producto de su imaginación o de el mejor de los sueños.

Never Gonna Dance Again [Aziracrow]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora