IX

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Había llegado temprano para poder vestirse sin la mirada del resto de sus compañeros en el camarín. Él era el único nuevo del grupo, los otros diecinueve llevaban de uno a cinco años siendo principales, pues rara vez más de dos personas eran elegidas para desarrollar su arte en esa categoría. A la mayoría los conocía por toparselos en los pasillos, también porque gran parte de las obras eran realizadas con ellos como protagonistas, y el resto de los rangos eran utilizados como personajes secundarios, así como papales accidentales, coreografías de grupo o de apoyo. Muchos de ellos le habían dado aliento al momento de su audición para poder ser un principal, aunque unos otros vivían en su propia burbuja de la que no eran bajados hasta ser despedidos o destituidos por la edad. En circunstancias como esas agradecía que fuera el principal más joven en la historia del ballet real.

Cuando al fin estuvo listo, se dirigió al enorme salón especialmente creado para los ensayos de los principales. Era enorme a comparación del de los solistas, y no había comparación con el salón que era asignado a los artistas. Aziraphael se sintió pequeño al verse en el medio de ese lugar vacío con la compañía de su sólo reflejo. Aún faltaba media hora para que su primer ensayo comenzara, misma razón por la que decidió estirar. Su cuerpo estaba acostumbrado al esfuerzo y no a la relajación, misma razón por la que se sentía tan flojo luego de una semana de descanso en la que comió, besó, habló y rió. Con sólo recordar lo que había pasado la noche anterior, una sonrisa se coló por sus labios y pudo verse a sí mismo sonriendo como un tonto ante el imponente espejo del salón.

Su soledad fue interrumpida por el abrir de la puerta del salón, dejando ver a una mujer de unos sesenta años entrando al lugar. Sus facciones parecían severas, pero la sonrisa gentil de sus labios no le hacían ley, así como tampoco el suave de su andar. Aziraphael la conocía ¿Y quién no lo hubiera hecho? Si Monica Mason era considerada una de las mejores bailarinas del siglo pasado del Reino Unido, y encabezaba la lista de las mejores bailarinas del mundo, puesto que, pese a su edad y a su retiro del baile, seguía sin ser arrebatado. Ella era siete años mayor que Aziraphael cuando fue elegida para participar en la categoría en la que ahora él participaba, en 1968 y ahora ejercía, hace al menos tres años, el puesto de directora artística del Royal Ballet.

"Buenos días, Aziraphael." Lo saludó de forma gentil, caminando hacia él. El muchacho sabía muy bien que ella había participado en el consejo que aprobó su audición, pues también la había presenciado. "¿Qué haces aquí tan temprano?"

"Buenos días." Su voz sonó más nerviosa de lo que le hubiera gustado, cosa que hizo reír a la mujer. "Me gusta llegar un poco antes, además... También tenía que estirar, la semana que pasó no hice mucho, hace tiempo que no tenía un par de días libres."

"Me imagino que así es." Monica asintió, estando sólo a un par de metros de él. "¿Nervioso por hoy?" Él dudó en responder con la verdad, sin embargo terminó por asentir. "Créeme que con tu hazaña no deberías por qué... Eres el principal más joven que ha tenido la academia, con sólo veinte años, además la reina te eligió." Con sólo pensar en aquello le daban ganas de vomitar, sentía que el peso del mundo estaba en sus hombros por tener que llenar unos zapatos que no estaba muy seguro de querer usar. "Es cosa de imaginar que el más joven antes que tú tenía casi veintiséis años... Y no era tan bueno." Ambos soltaron una pequeña risa, Aziraphael más por nerviosismo que por creer que las palabras habían sido graciosas. "Eres un buen bailarín, Aziraphael."

"¿Eso es lo que cree?" Preguntó, dudando de las palabras de la mujer, pues hacía más de diez años que escuchaba lo contrario de su entrenador y los únicos que habían contrariado con aquello eran sus padres y su, ahora, novio. Nadie profesional le había dicho algo como eso.

"No es lo que creo, es lo que veo." Reafirmó ella, dirigiéndose hacia la barra de madera que acompañaba al espejo en el que ambos se veían reflejados. Por costumbre, la mujer se colocó en primera posición con una de sus manos apoyada en el barrote. Su postura era perfecta, sus piernas parecían ramas rígidas y su cuello elevaba con gracia su mentón. Con una mirada le pidió que la acompañara, en frente de él, como si fuera la sombra que imitaba sus movimientos. "Con tu audición comprobé lo que había visto en ti hace años, pero que con tu edad ni siquiera me era posible sugerirlo al concejo..." Ella levantó su brazo como si se tratara de un arco, dejando su mano a un par de centímetros de su cabeza. Él imitó el movimiento, sintiéndose satisfecho al ver el pequeño asentimiento que le dio la mujer. "Cuando bailas pareciera que respiras ballet, como si por tu sangre corriera la música. Eres ligero, igual que una hoja de papel, pero eres hábil, como un pequeño ratón." La posición cambió, y ahora se encontraban con sus rodillas ligeramente flexionadas y sus brazos estirados en frente a la altura de su pecho. "No hay duda de por qué la reina te eligió, Aziraphael."

Never Gonna Dance Again [Aziracrow]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora