XVI

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Se observó al espejo una vez más en cuanto terminó de arreglar su traje y su abrigo. Pasó una mano por su cabello, que ahora estaba más corto y perfectamente peinado hacia atrás, dejando que una hebra roja cayera con gracia y naturalidad sobre su frente. Caminó hasta la puerta cuando esta fue tocada, encontrándose una vez más a la misma chica de siempre, que en ese momento lo recibió con un sonoro beso en su mejilla diciéndole lo guapo que se veía. Ella se hizo cargo de hacer los últimos retoques a su apariencia, armonizando el cuello de su camisa con el de su chaleco, y luego con el del pesado abrigo que caía de forma elegante sobre sus hombros.

La ocasión era especial. Era el lanzamiento del primer poemario de Anthony J. Crowley, quién se había logrado consolidar y crear su propio perfil dentro de la Universidad de Columbia luego de haber ganado el proyecto final de la beca que lo hizo viajar desde la vieja Londres, en dónde se encontraba su alma mater, a la magistral y enorme Nueva York. Hace casi un año que se encontraba asentado en tierras americanas, pues luego del plan común de seis meses en que consistía la beca, al haber sido ganador del proyecto de publicación, se había visto obligado a quedarse cuatro meses más en esa tierra que no era la suya para poder presenciar todo el proceso de lo que sería la edición, producción y publicación de su primera obra ¿Y quién era él para negarse a que su nombre como poeta fuera reconocido por el mundo a mano de una de las editoriales más importantes en el reino literario? Aún podía sentir el aroma a papel que desprendía la primera copia que llegó a sus manos, la primera edición, la piedra angular de la que sería su carrera, que, en ese momento, se encontraba guardada sagradamente para poder ser entregada a su padre en cuanto volviera a su país.

"¿Listo?" Susurró ella en cuanto llegaron al enorme auditorio de la universidad. La gente comenzaba a llegar de a poco, pero Crowley podía contar a simple vista que ya se encontraban, al menos, cien personas frente al escenario en que él presentaría su libro. Habían cámaras y gente con micrófonos, pues a la vez sería un punto de prensa.

"La verdad..." Sintió las manos cálidas su compañera sobre sus mejillas, acariciándolas con cuidado y cariño. "Siento que voy a vomitar." Ambos soltaron una pequeña risita, antes de que la muchacha negara con su cabeza.

"Yo estaré en la primera fila, por si tengo que correr a llevarte una bolsa."

Olivia había perdido contra él en el proyecto final, pero eso en vez de haberlos llevado a una rivalidad o de haber roto su amistad los había unido hasta la aparición de besos furtivos y algo avergonzados en noches largas de desvelo; risas nerviosas cuando se veían a los ojos luego de despertar al lado del otro en el suelo por haberse dormido mientras trabajaban; mañanas de desayunos con un buenos días acompañado de un abrazo y besos en la espalda o los hombros. Nadie conocía la confidencialidad ni tampoco la intimidad que unía sus corazones, la gente logró verlo como algo normal cuando su amistad pasó a ser un amor del que todos comentaban, del que las personas se quedaban viendo en cuanto los veían pasar tomados de la mano en el campus de esa antigua universidad. Crowley había encontrado la calma entre los brazos de la chica; se encontró inmerso en el latido de su corazón cuando su cabeza somnolienta descansaba sobre su pecho desnudo luego de hacer el amor, y sobretodo, había logrado desocupar su mente de los ojos azules que le atormentaban incluso estando despierto, incluso estando tan lejos.

Todas las luces del auditorio se apagaron y sólo quedaron encendidas las que daban al escenario, ahí estaba el que había sido su jefe en los últimos meses durante su pasantía en la editorial, dando una pequeña introducción al escritor. Pudo escucharlo hablar escuetamente de su infancia, de su ingreso a la universidad, enfocándose en como había sido el origen de ese enorme revuelvo a causa de ser elegido por su casa de estudios en Inglaterra para cursar una beca al otro lado del charco, hasta que finalmente anunciaron su presencia en la plataforma. El ruido de los aplausos fue ensordecedor, tanto así que se vio obligado a esperar un par de segundos para hacer acto de presencia, pues sus pies parecían anclados al suelo de la bambalina. Cuando todos lo vieron el vitoreo fue mayor, pudo ver a la gente levantándose de sus asientos, con su obra en manos, uno que otro levantando su mano en forma de saludo y él no pudo hacer más que realizar una pequeña reverencia ante ellos mientras su presentador lo dirigía hacia una de las dos poltronas que se encontraban sobre la plataforma, una para él y otra para el hombre que lo había introducido.

Never Gonna Dance Again [Aziracrow]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora