XXII

147 16 5
                                        

Nunca creyó que tenía buenos reflejos hasta que un plato voló por sobre su cabeza, dandole a la pared para así romperse en un centenar de pequeños pedazos. Observó a su esposa sorprendido, sin poder creer que ella hubiere hecho algo como eso, pero apenas sí logró procesarlo, pues tuvo que esquivar otro. La mujer que se encontraba lanzando cosas hacia él con rabia no era la misma muchacha con la que se había casado, hacía diez años; tampoco era la mujer que se había despertado con él esa mañana, y mucho menos la mujer con la que se había dormido la noche anterior.

Su hogar estaba hecho un desastre. Habían libros tirados por todos lados, que habían sido usados como proyectiles en su contra; las fotografías de sus viajes juntos como matrimonio estaban quebradas en el suelo, e incluso, una costosa pintura había sufrido las consecuencias a causa de haber sido descubierto. Cuando creyó que Olivia no podría tener nada más que lanzarle, se atrevió a acercarse a ella, casi como un animal se ofrece a ser considerado como una presa por un cazador. Su mujer lo observaba con decepción en sus hermosos ojos negros, pero no se preocupaba de derramar ni una lágrima por él... Ella sabía bien su posición y su valor como mujer, y no se permitiría doblegar por una traición como la que estaba viviendo, incluso aunque ella la estuviera cometiendo la persona que más amaba en la vida.

Crowley se sentó a su lado en el suelo, sin atreverse a verla a los ojos, pues se sentía avergonzado ¿Cómo podía haber sido tan descuidado como para que eso ocurriera luego de tanto tiempo? Todo había comenzado hacía unas horas, cuando él había llegado de una reunión con su editorial. Su mujer lo estaba esperando con cinco diarios sobre la mesa ratona de la sala, diarios que él se había encargado de guardar meticulosamente en su oficina para que ni ella ni nadie los encontrara, sin embargo, ahí estaban. Desde el principio al fin de todos ellos hablaba de sólo una persona, un amor, una historia... Escribía sobre los sueños que tenía con ese par de ojos azules que, pese al tiempo que había pasado, aún lo perseguían; narraba cada encuentro que recordaba o cada memoria que derrepente aparecía de imprevisto en su cabeza, aunque la mayoría del tiempo no estaba seguro si todo había sido real o solamente era producto de su imaginación y de cuanto lo extrañaba. Tuvo la necesidad de comenzar a escribirlos un par de años después de que su matrimonio se hubiese visto celebrado, pues el recuerdo de su última vez viendo a Aziraphael Fell en una camilla de hospital, con esas palabras tan hirientes saliendo de su boca, comenzaba a opacar el resto de su historia... Y él sabía que eso no estaba bien, no cuando desde que había tenido la oportunidad de conocer su amor, su vida había mejorado en ese momento, pese a que luego se hubiese ido en picada.

"Estamos juntos hace casi catorce años, Crowley." Escuchó como ella murmuró, con esa decepción, algo extraña en ella, marcada en su voz. "Y nunca dijiste nada." Un suspiro agotado salió de los labios de la mujer, mientras negaba con su cabeza. "Ni siquiera fuiste capaz de decirme que él no era tu mejor amigo... ¿Sabes lo que todo esto me hace creer?" Anthony solamente negó, sin atreverse a decir palabra. "Que todo nuestro matrimonio, que toda nuestra vida es una farsa."

"Eso no es cierto." Quiso defenderse, pero la mirada que su mujer le dio, casi hizo callarlo. "Te amo, y no hay día desde que te conozco que no lo haya hecho." Sabía bien que ya no sacaba nada con mentir en ese momento. Estaba cansado de las mentiras y de como lo habían llevado hasta ese horrible instante. "Pero es diferente con él, lo amo de una forma diferente... Él me robó el alma desde que lo ví por primera vez y desde ese momento me siento condenado a amarlo." Llevó sus manos hasta su rostro, sin poder creer que al fin estaba sacando todo eso de su sistema. "No sé nada de él hace diez años y el sentimiento se siente como si lo hubiera visto hoy en la mañana."

Él se había encargado de contarle todo hace un rato atrás, luego de que se hubiera visto descubierto y antes de que el enojo y rabia de su esposa explotara, misma razón por la que ya no se molestaba en ocultar nada. Además, Olivia había leído todo el contenido de sus diarios en su ausencia, así que, probablemente, nada de lo que él dijera podría cambiar la situación en la que estaban. Tenía treinta y ocho años, y una vez más, estaba sintiendo como su vida estaba acabando a causa del amor. Todo lo que había construido se estaba desmoronando frente sus ojos, y nada de lo que hizo estaba valiendo la pena.

Never Gonna Dance Again [Aziracrow]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora