XIII

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Los últimos meses no habían sido los mejores. Había bajado su rendimiento en la escuela, estaba notablemente más delgado y no había día que no despertara cansado. Su respiración se agitaba más rápido, sus rodillas se cansaban con un par de saltos y su espalda comenzaba a doler estando un par de segundos en posición; todos a su al rededor parecían notarlo, pero nadie decía ni hacía nada. Muchos podían notar el aliento a alcohol salir de su boca en cuanto lo saludaban por la mañana, o simplemente podían deducir lo que había estado haciendo la noche anterior cuando, a causa de los giros que debía hacer, se veía obligado a correr al baño para poder vaciar su estómago.

Las llamadas con su novio, que se encontraba al otro lado del Atlántico, había comenzado a ser desplazadas casi por completo, reduciéndose a escasos mensajes de texto; y no era culpa de nadie además de él. Había comenzado a ignorar sus llamadas luego de un par de semanas, excusándose con él con la mentira de que debía quedarse hasta tarde practicando, cuando en realidad sentía que no podría escuchar su voz sin desmoronarse y sentirse morir. Las veces que hablaban por teléfono, el contacto no duraba más que un par de minutos, pues terminaban discutiendo a causa del descuido de su relación... Como si alguno de los dos pudiera hacer algo respecto con un océano completo en el medio. No sólo estaba perdiendo el lazo con la persona dueña de sus sueños pero también de sus más grandes dolores, sino que también había dejado de lado a su suegro, y peor aún, a sus padres también; sentía que el mundo se le venía encima y no queria lidiar con nada además de su enorme dolor.

A la academia había llegado un nuevo muchacho, era francés y apenas si dominaba bien el inglés y sus distintas conjugaciones, su acento era gracioso, pero no lo suficientemente para hacerlo reír. Había llegado con la misión de participar como uno más de la escuela, pero luego Mónica les había hecho saber que era una especie de infiltrado del París Opera Ballet, y estaba ahí para buscar gente que pudiera valer la pena al otro lado del Canal de la Mancha. Él no estaba lo mínimamente interesado en marcharse de su preciada academia, en la que ya había pasado tanto tiempo, y en la que había conseguido un puesto histórico, para poder ejercer su arte en Francia, misma razón por la cual apenas sí cruzaba palabras con el chico, aunque él así lo intentara. William Dubois era más alto que él, su cuerpo era tonificado, sus ojos verdes eran brillantes y tenían un aspecto ambicioso; su cabello tan negro como un carbón contrastaba a la perfección con su piel pálida, y sus veintiséis años apenas eran notables. Sin embargo, no causaban nada en Aziraphael, él seguía estando perdido en el recuerdo de unos ojos color miel, un cabello tan rojo como el fuego y una piel manchada por distintas constelaciones que eran formadas por un centenar de pecas.

"¿Ya te vas?" Casi fue asaltado por él mientras salía del salón principal de ensayo, misma razón por la que pegó un pequeño saltito.

"Sí, tengo cosas que hacer." Murmuró sin demasiado interés, colgando su bolso en su hombro. El verano ya se estaba despidiendo, pero él se negaba a usar pantalones largos aún, misma razón por la que estaba casi sumido en una sudadera que Crowley le había dejado para que no lo extrañara tanto.

"¿Puedo acompañarte?"

"Preferiría que no." Su plan de camino a casa era intentar comunicarse con Anthony, por la hora, sabía bien que aún no era demasiado tarde en américa para poder llamarlo, incluso, existía la posibilidad de que su novio aún no se encontrara en el trabajo. "Tengo planes para camino a casa." Intentó evitarlo, caminando por el pasillo mientras que buscaba el número de su amor en la pantalla de su teléfono celular. "¿Puedo ayudarte en algo más?" Cuando estuvo detenido en la puerta de salida de la academia, se giró hacia él sólo por cortesía. El muchacho tenía una sonrisa de galán dibujada en sus labios, y se acercó un poco más a él.

"Quisiera tener un rendez-vous contigo, pero sólo me ignoras y no dejas que me acerque." Admitió casi con diversión. Aziraphael quedó ligeramente descolocado, él no dominaba demasiado el francés, pero sabía lo que eso significaba por lo poco que aprendió antes de dejar la escuela. "¿Siempre eres así de difícil? ¿O sólo es parce que je suis français?" De pronto sintió ganas de vomitar; la idea de ser percibido de esa forma por alguien que no fuera Crowley le dio dolor de cabeza y pudo jurar que algunos de sus dientes se habían trizado por la forma en la que apretó su mandíbula. "¿Dije algo malo?"

Never Gonna Dance Again [Aziracrow]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora