IV

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Por las mañanas, justo cuando sus ojos comenzaban a abrirse a causa de su despertador, aún era capaz de sentir el último beso que su amado había dejado sobre sus labios antes de marcharse, justo como él lo había pedido. Como un fantasma. Como la mejor de las fantasías, aunque ya hubiesen pasado casi cinco semanas de aquello. Sabía bien que no ganaba demasiado en insistir, y quedarse con su recuerdo era mejor que nada. Era algo que ya había aprendido hace tiempo y a lo que se había aferrado más de la cuenta. Se terapeuta decía que no era lo correcto, pero su padre siempre decía que lo correcto era lo que el corazón quería... y eso era lo que quería el suyo.

El ruido de la televisión de la cafetería apenas sí lo perturbaba mientras quitaba los filtros sucios de las máquinas llenas con café de grano molido. La mañana estaba tranquila, los clientes habituales ya se encontraban comiendo su desayuno en sus puestos de siempre, su padre estaba detrás de la caja registradora contando las ganancias de las primeras horas del día, mientras que él se encargaba de limpiar todo lo que ya había sido ensuciado. Trabajar con su padre siempre había sido su sueño desde pequeño, pasar tiempo con él y ayudarlo en su negocio. Agradecía que el tiempo hubiera pasado rápido desde que era sólo un niño.

"Psst." Escuchó de pronto a su padre, logrando que levantara la vista de su tarea. "Mira." Le ordenó, apuntando a la televisión que colgaba de la pared con su mentón.

»"Varias fuentes cercanas al palacio de Buckingham, han confirmado que, su alteza real, la reina Isabel II será quien elegirá a los novatos para la Academia Real de Ballet este año y será la encargada del ascenso en los puestos de un centenar de bailarines." El hombre en la televisión hablaba con un micrófono a la altura de sus labios dándole la espalda al frontis de la residencia de la reina, el palacio de Buckingham. Cada cierto tiempo ese rumor volvía a nacer, pero nada nunca pasaba con la mujer. "Debemos recordar que las audiciones comienzan la próxima semana y..." De pronto la noticia dejó de importarle y volvió a su tarea.

Sabía lo que significaba la cercanía de esa audición. Aziraphael probablemente no estaría comiendo, cuidando su figura para impresionar a los jueces, sin dormir bien por noches enteras y practicando sin parar en la escuela. Todo eso le daban ganas de vomitar, no porque no apreciara el arte de su amado, si no porque sabía bien que no lo disfrutaba.

"Deberías llamarlo, para desearle suerte." Dijo esta vez su padre mientras se acercaba a él con un sandwich en cada una de sus manos, uno para cada uno.

"Él no cree en la suerte." Negó un poco con su cabeza, aceptando la comida que su padre le ofrecía. "Lo mejor es que todo esto de las audiciones pase antes de comunicarme con él... no quiero ser una molestia, sé que debe estar muy concentrado."

"Si eso es lo que dice tu corazón..." Concluyó el hombre, dándole unas pequeñas palmaditas en el hombro sólo para así dejarlo una vez más, esta vez con la mirada en dirección hacia el televisor, donde aún transmitían el rumor de la reina.

Su padre era su único amigo además de Aziraphael. Su relación se había vuelto mucho más cercana desde que habían perdido a su madre, quedando sólo ellos como la familia Crowley que alguna vez fueron con la presencia de la mujer. Al ser su único amigo, era con quién podía desahogarse cuando lo necesitaba, él había sido el primero en enterarse de cómo el ojiazul había robado su corazón sólo con una mirada; parecía ser el único que entendía como era que funcionaba su amor y además, lo apoyaba, pues según él: el corazón es el que manda. Aún no tenía la suerte de conocerlo, pero más de alguna vez su hijo le había prometido que se lo presentaría o que lo llevaría al café para que comiera de sus exquisitos desayunos, por lo cual, sólo le quedaba esperar.

A causa de lo que había dicho su padre, se encontró distraído todo el resto del día. De las manos ya se le habían caído dos tazas llenas de café y un plato sucio, ganándose una mirada divertida por parte de su progenitor. En su horario de almuerzo, más de una vez se encontró viendo su teléfono celular, pensando si debía utilizarlo para marcar a su ojiazul o no, su respuesta siempre terminaba siendo negativa... pues sabía que aunque lo hiciera, la llamada no sería contestada.

Never Gonna Dance Again [Aziracrow]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora