XVII

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Levantarse de la cama cada vez era un poco más fácil con el pasar de los meses. Había vuelto a encontrarse con su terapeuta; con su ayuda y con la de sus padres pudo dejar su problema atrás, pues, Crowley no podía haberse marchado con la boca cerrada, se había visto en la obligación de hacer una corta visita a sus ex suegros antes de volver a América para que estuvieran al tanto de sus vicios y del riesgo que corría estando solo en Londres. Volvió a la escuela, ganó un poco de peso y volvió a estar saludable para ser el bailarín brillante que siempre había sido, y aunque le había costado un poco tomar el mismo ritmo que sus compañeros en las primeras semanas, Mónica Mason se había encargado de entrenarlo a solas para que en el grupo volviera a ocupar el puesto que le pertencía por excelencia. Richard, por recomendación de su psicóloga y por expresas instrucciones de la academia, no tenía autorizado entrenarlo a no ser que él mismo lo solicitara, cosa que no había ocurrido y dudaba que ocurriera; el que había sido su entrenador por tantos años, el que lo había sacado del nido de protección que significaban los brazos de sus padres a tan corta edad, ahora era sólo una sombra con la que se topaba en raras ocasiones en los pasillos de su escuela.

"Buenos días." Murmuró hacia sus padres cuando salió de su habitación esa mañana. Su cabello rizado y rubio estaba largo como nunca lo había estado, casi tocando sus hombros y su angelical rostro era adornado por una barba que él no dejaba crecer por más de tres días antes de afeitarla de nueva cuenta, dándole un aspecto más varonil a su rostro de niño.

"Buenos días." Respondieron al unísono cuando su madre dejaba unas tostadas con mermelada frente a él, con una taza de café y un vaso de leche.

Luego de Crowley les fuera con la noticia hasta Manchester de que su hijo podría matarse en cualquier momento a causa de las decisiones que tomaba, ellos no habían tardado en tomar acción sin siquiera preguntarle. La misma semana que supieron lo que pasaba, comenzaron a hacer las gestiones necesarias en sus trabajos para ser trasladados hasta la capital, buscaron un departamento desocupado en el mismo edificio de su único retoño y en cuestión de días se encontraban viviendo en Londres para poner cartas en el asunto ¿Cómo podrían haber hecho algo distinto además de aquello? ¿Cómo alguien podría estar dispuesto a hacer algo distinto de eso cuando el muchacho era su único hijo, el único atisbo que quedaría en el mundo de su amor cuando ellos ya no estuvieran en esas tierras?

Habían tenido que pedirle al conserje que abriera la puerta del departamento de Aziraphael con la llave de emergencia pues luego de diez minutos de haber estado tocando, no había abierto. Sabían que no estaba en la escuela, y también sabían que no estaba con Anthony, pues él se había marchado a Estados Unidos el mismo día que les había dado la noticia sobre el estado de su hijo. Lidia Fell casi se desmoronó sobre sus propias piernas cuando vio a su único hijo, a su primogénito, casi inconsciente en una esquina de ese departamento, con botellas vacías a su al rededor y frascos de medicamentos abiertos en sus manos, frascos que casi estaban sin su contenido. Marco no tardó en llamar una ambulancia mientras sostenía a su hijo, sintiendo su cuerpo casi sin vida, sujetando su rostro, intentando encontrar su mirada perdida a la par que sus ojos comenzaban a cerrarse.

Fueron noches enteras sin dormir acompañándolo en un hospital, con pequeños lapsus de tiempo en que despertaba desorientado, sólo para luego volverse a dormir, como si no soportara estar despierto. Su madre rezaba a su lado como no lo hacía desde que era una niña, y su padre se encargaba de hablar con la gente de la academia para que no lo expulsaran por sus faltas, debiendo encontrarse más de una vez con la mismísima Mónica Mason para explicarle la situación de su primogénito.

"¿Papá?" Fue lo primero que dijo cuando despertó luego de tres días sin haberlo hecho. Sentía todo su cuerpo adolorido, como si lo hubiera pisado un tren para que luego pasara un grupo de caballos sobre él. Llamar a su padre fue lo primero que hizo, pues había sido lo último que recordaba haber visto. Recordaba sus ojos llorosos y las súplicas de su voz temblorosas para que no se durmiera, para que aguantara despierto hasta que la ambulancia llegara.

Never Gonna Dance Again [Aziracrow]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora