36. Matty

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Me encontraba sola en la estación, con el corazón palpitando al ritmo incierto de los trenes que iban y venían. Cada uno de ellos parecía llevarse un pedazo de mi vida, una que había construido alrededor de Matty y nuestros sueños compartidos. Las maletas a mi lado no eran solo equipaje; eran cápsulas del tiempo, conteniendo cada risa, cada lágrima, cada promesa. Había dejado todo por Matty: mi apartamento en Londres, nuestro hogar en Nueva York e incluso mi auto, por insistencia suya, argumentando que era innecesario conservarlo.

Una lágrima rebelde se deslizó por mi mejilla, y la sequé rápidamente, reprendiéndome por la debilidad. No era momento para llorar. Mis manos, que se aferraban a las asas de las maletas, eran el último vínculo con la vida que estaba dejando atrás. ¿Cómo había llegado a esto? ¿Cómo había permitido que el amor se convirtiera en sacrificio?

El sonido de mi móvil rompió el silencio de mis pensamientos. Era Joe, mi hermano menor, su voz llena de esa preocupación que siempre intentaba esconder bajo capas de humor y sarcasmo.

- ¿Line? ¿Estás bien? -su voz era un faro en la niebla de mi incertidumbre.

- Sí, estoy... -mi voz se quebró, traicionando mi fachada de calma-. ¿Qué pasa?

- Estoy en Prestbury con Denise y Louis. Denise dijo que vendrías a cenar... -Joe intentaba mantener la conversación ligera, pero la tensión en su voz era evidente.

- Estoy en la estación, pensaba ir a Londres o... no lo sé, Joe. -Las palabras salieron en un susurro, cada una pesando más que las maletas que me rodeaban.

- ¿Quieres que vaya por ti? -Joe ofreció, y pude sentir el abrazo a través de la línea, ese abrazo que siempre había estado ahí, incluso cuando yo era la que se suponía que debía ser fuerte.

- Por favor. -Fue todo lo que pude decir, y en ese momento, supe que no importaba cuán lejos me llevaran mis pasos, siempre tendría un hogar al que volver.

Joe llegó en veinte minutos, y cuando subimos mis maletas al auto, me envolvió en sus brazos. Era el menor, pero en ese abrazo, él era el protector, y yo, la protegida. Su calor era un recordatorio de que, a pesar de la tormenta que era mi vida en ese momento, había calma en el horizonte.

- Volvamos a casa, Line. -Su voz era un susurro, pero resonó con la fuerza de un grito en mi alma.

Asentí, y mientras nos alejábamos de la estación, supe que estaba tomando la decisión correcta.

Matty:

Ahí estaba yo, contemplando la puerta como si fuera a revelar los secretos del universo. "Ahí estás, puerta. Testigo silencioso de mi último acto de idiotez. ¿Dejarla ir? Brillante, Matty. Aplausos para el genio." Recordaba las risas con Caroline, cada recuerdo feliz con ella era como un golpe bajo. "Te amo" solía ser nuestro lenguaje secreto. Y ahí estaba, frotándome los ojos como un niño que se niega a despertar de una pesadilla. Había terminado la mejor relación que había tenido, y ni siquiera fui lo suficientemente amable como para ayudarla a bajar sus estúpidas maletas.

En un arranque de lo que algunos llamarían pasión (yo prefiero llamarlo 'momento de locura transitoria'), empecé a patear todo lo que encontraba. El sonido de la destrucción era música para mis oídos, una sinfonía de mi caos interior. Cuando la furia se disipó, me quedé con un apartamento que parecía el escenario de un concierto de rock después del bis, y mis nudillos estaban en carne viva.

Con el móvil en mano, marqué el número de mi madre. "Hola, mamá. Sí, soy yo, el prodigio. Cancela la cena, no hay nada que celebrar. A menos que quieras brindar por mi talento para arruinarlo todo." Pero cuando escuché su voz, las palabras se esfumaron. "¿Matty?", decía, y yo, el gran comunicador, reducido a un "Yo...".

Oh Caroline!  (Matty Healy)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora