XVI

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Marcos vino a buscarme tal y como acordamos la noche anterior.

Venía con unos pantalones cargo de color negro y una sudadera del mismo color.

Me acerqué a él sonriendo en cuanto me tendió un casco que llevaba para mí.

– ¿Dónde vas a llevarme?– pregunté mientras me ataba el casco y me montaba detrás suya.

– Vamos a ir al Arco del Triunfo, agárrate.

– ¿Qué?– solté.

No pude decir mucho porque dio un acelerón y tras soltar un chillo me agarré su cuerpo fuerte.

Frenó mientras se reía y le di un golpe en el hombro.

– Hazme caso siempre, Laia.– murmuró.

Yo asentí y entonces puso la moto en marcha de nuevo.

Aceleró y entonces cruzamos las calles tranquilamente.

Tardamos un rato en llegar pero cuando llegamos, él frenó y me bajé de la moto mientras me deshacía del casco.

– Me muero de hambre.– murmuré.

– Pues vamos a pillar algo de comer y hablamos si quieres.– respondió sonriendo.

Caminamos hasta encontrar un Starbucks y me pedí un café y un cupcake.

Salimos y bebí de mi café sonriendo.

– ¿Café latte?– preguntó.– Pensaba que eras más del Capuccino.

– Depende.– dije sonriendo.

– Eres una caja de sorpresas, chica.

Sonreí y seguimos caminando durante un rato. Hablamos de todo y de nada.

Me contó que trabajaba en un taller y que le gustaban las motos desde que era pequeño. Iba con su padre al taller desde entonces y que le encantaba.

Yo le dije que hacía gimnasia artística y estuve contándole un poco sobre los campeonatos y competiciones.

Se sentía bien hablar con él. Me transmitía mucha paz y tranquilidad.

Después de pasear por el Arco del Triunfo un rato, volvimos a montarnos en la moto y me llevó hasta un descampado.

– ¿Y esto para que sirve?– pregunté señalando un botón.

– Eso son las luces traseras.– murmuró sonriendo.– Esto es el claxon, luces delanteras y estas barras son los frenos.– explicó.

Sonreí y miré todo lo que acababa de señalarme.

– ¿Puedo manejarla unos minutos?– pregunté.

– No no no, no tienes carnet de coche, mucho menos voy a dejarte mi moto.– dijo riendo.

Me eché a reír y me bajé de la moto.

– Es más difícil de lo que pensaba.– admití.

– Poco a poco fiera.– murmuró sonriendo y se sentó en la moto.

Me acerqué y me senté a su lado.

– ¿Qué hora es?– preguntó.

– Las ocho y media.– dije mirando la hora en el móvil.

– Muy bien, vamos a llevarte a casa. Súbete bien.– murmuró sentándose.

Me subí detrás y me agarré a su torso.

Arrancó y recorrimos las calles mientras el aire golpeaba mi cuerpo.

Me solté durante unos segundos de su cuerpo y levanté las manos sonriendo, sintiendo toda esa sensación de libertad y paz.

𝐇𝐎𝐖 𝐃𝐄𝐄𝐏 𝐈𝐒 𝐘𝐎𝐔𝐑 𝐋𝐎𝐕𝐄 +18 | Pablo GaviDonde viven las historias. Descúbrelo ahora