XXX

3.4K 255 16
                                    

Las cosas iban bien. Bueno, todo lo bien que podían ir.

Mi rodilla iba poco a poco, a veces verme la cicatriz de la rodilla me daba un poco de mala espina, pero después me acordaba de que ya había dejado lo peor atrás.

Las rehabilitaciones ya no dolían, y ya podía andar sin muletas.

Gavi me llevaba y me traía a las rehabilitaciones todas las mañanas. Era como mi manager.

El resto del tiempo veía películas, series y leía un poco. Era normal estar nostálgica, y más cuando veías a tus amigas ir a los entrenamientos y volver mientras tú te quedabas en casa.

Por eso mismo quería recuperarme lo antes posible, porque esto ya empezaba a hacerse pesado.

Tocaron al timbre y entonces abrí encontrándome con Marcos.

– Madre mía, así que los rumores son ciertos.– murmuró con una sonrisa.

Sonreí y le di un abrazo.

– ¿Cómo lo llevas?– preguntó.

– Bueno, tirando. Es duro no poder entrenar, pero por el resto, ya no me siento inservible a todas horas.

– ¿Y las rehabilitaciones?– preguntó.

Nos sentamos en el sofá y entonces lo miré.

– Bastante mejor, al principio no había día que no saliera llorando de allí, pero ahora me lo tomo con calma y bastante mejor, la verdad. ¿Y tú? ¿Cómo te va?

– Bastante bien.

– ¿Sigues teniendo la moto?– pregunté.

Asintió sonriendo y señaló el casco que había dejado sobre la isla de la cocina.

Obviamente.

– Me lo suponía.– dije sonriendo.

– Es mi mejor amiga.– respondió con una sonrisa.

La puerta de casa se abrió entonces y vi a Gavi entrar. Este cerró y después centró su mirada en nosotros. O en Marcos, más concretamente.

– Bueno, Laia, ha sido un placer volver a verte.– murmuró sonriendo Marcos.

Me levanté despacio para acompañarle bajo la atenta mirada de Gavi.

Fuimos hasta la puerta y Marcos abrió.

– Se te olvida algo, colega.– murmuró Gavi cogiendo el casco por el broche con un solo dedo.

Marcos se acercó y entonces agarró el casco para después acercarse a mí y besar mi mejilla.

– Vamos hablando ¿vale?– dijo.

– Vale.– respondí sonriendo.

Salió y cerró la puerta tras él.

– ¡Adiós amigo!– gritó Gavi entonces.

– ¿Se puede saber que haces aquí?– pregunté.

– He venido a verte.– contestó.

– No puedes entrar en mi casa cuando te da la gana.

– Tengo llaves, Laia.– respondió.

– Por mucho que tengas llaves, no te da derecho a irrumpir en mi privacidad cuando te da la gana.– contesté.

– ¿Qué hacía él aquí?– soltó.

– No lo sé, ha venido a verme.– dije.

– Y una mierda. ¿Le has llamado tú?

𝐇𝐎𝐖 𝐃𝐄𝐄𝐏 𝐈𝐒 𝐘𝐎𝐔𝐑 𝐋𝐎𝐕𝐄 +18 | Pablo GaviDonde viven las historias. Descúbrelo ahora