XXIX

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Narra Gavi

Laia llevaba dos meses en rehabilitación y  al principio había tenido que empezar a salirme fuera de la clínica para no escucharla llorar y gritar.

Después comprendí que me necesitaba y me guardé el nudo de la garganta para cuando ella no estuviera delante.

Había podido empezar a dejar de usar muletas pero aún así Aixa me decía que no se movía demasiado, solo para ducharse sola y bajar a mi coche para ir a rehabilitación.

Aquella mañana, subí yo porque era temprano y al entrar gracias a las llaves que Aixa me había dado, me encontré a Laia en la cocina, con una taza blanca en las manos.

– Hola, ¿qué tal estás hoy?– pregunté acercándome.

– Bien, un poco cansada, anoche me costó dormir.

– ¿Te duele?– pregunté.

Me miró fijamente y se encogió de hombros.

– Laia, ¿estás bien?

La vi tragar saliva y entonces se echó a llorar delante de mí.

No pude evitar lanzarme y abrazarla con fuerza.

Siguió llorando pero me abrazó y acarició mi espalda suavemente.

– No sé si volveré a ser yo después de esto.– murmuró apartándose y me miró haciendo pucheros.

– ¿Y quién dice eso?– murmuré.

– Yo.

– Mírame a mí, estoy como nuevo Laia, el miedo es sugestión nuestra.– murmuró.

Me miró fijamente y entonces acaricié sus mejillas llevándome las lágrimas conmigo.

– No hay peor cobarde que el que no lo intenta.– susurré.

Ella agarró mis mejillas y entonces posó sus labios sobre los míos.

Correspondí a aquel beso como si fuera el aire que necesitaba.

Después la levanté en brazos y la senté en la encimera.

Seguimos besándonos durante unos segundos y entonces se apartó para mirarme a los ojos.

– Tenemos que irnos.

Yo asentí volviendo a la realidad y entonces tras bajarla de la encimera, esperé a que cogiera sus cosas y salimos juntos.

Ella cojeaba un poco pero andaba sin parar.

Nos montamos en mi coche y entonces conduje hasta la clínica.

Al llegar, nos dejaron entrar y entonces empezó la rehabilitación.

Solía durar dos horas y cuando salía, siempre llevaba los ojos rojos, aunque ese día no fue así.

Tras salir, le invité a comer y aceptó.

Estuvimos en uno de mis restaurantes favoritos y entonces tras discutir sobre quien pagaba, salió enfadada conmigo.

– No te enfades, te había invitado yo.– murmuré sonriendo.

Ella siguió caminando delante de mí y entonces me permití llevar mis ojos a su culo redondito y respingón.

– Pablo Martin, ¿me estás mirando el culo?

Me eché a reír y carraspeé.

– No. Para nada.

Se giró con la boca abierta totalmente indignada y me pegó en el brazo.

– Vale vale.– murmuré riéndome.

Al llegar al coche, nos montamos y entonces le dejé mi móvil.

– Pon música.

Se metió en mi Spotify y entonces tras teclear unos segundos, puso "Estrellita de Madrugada"

Yo me eché a reír y entonces empezó a bailar sentada en el asiento.

Después puso al Saiko y también bailó, canturreó y gritó mientras subía y bajaba la ventanilla.

"Sus amiga' son Dominicana y una Colombiana
Que tiene la cara linda sin maquillaje
Laison me hace la conexión pa' que la trabaje
Le gusta salvaje como 21
Mía seguro, el pelo por el culo
Y lo' leggin' e' como una pistola sin seguro
(Pew, pew)
Tiene Instagram pero no le da me gusta a ninguno
Vestido de Belaguer, tu tanga de Calvin Klein
Perreando en la Mae West como si nadie nos ve
Te amarro a la cama con un pañuelo de Marrakech
Tu novio e' un cipollo, todavía se viste de Ellesse
Jajaja, Les sonrío mientra' que nos miran mal
A él le tiene' que pedir que dure má'
A mí me puede pedir un Audemars"

– De pequeña quería ser una Bratz.– murmuró sonriendo.– Con esa ropa, esos labios, el maquillaje...

– Para mí eres una Bratz y hasta una Barbie.– murmuré.

Ella me muestra sonriendo y después miró por la ventana.

Conduje un rato más mientras ella bailoteaba en el asiento de al lado y entonces llegamos hasta su apartamento.

Aparqué delante de la puerta y entonces paró la música.

– Gracias por los ánimos.– murmuró.

– No me des las gracias. Y no pienses en esas cosas, sé que es duro y agobia no saber si vas a tener la misma movilidad o la misma fuerza, pero te aseguro que con una buena rehabilitación y entrenamiento diario, lo conseguirás.– murmuré.

– ¿Tú crees?– preguntó.

– No solo lo creo, lo afirmo. A mí me pilló también en un momento muy especial de mi carrera y sin mis amigos y mi familia, sé que me habría venido abajo. Aférrate a las chicas, que te adoran. Y a mí Laia, aférrate a mí, no voy a dejarte caer nunca.

Ella me miró fijamente unos minutos y entonces se desabrochó el cinturón.

– Se necesita paciencia, pero se puede, hazme caso.

Ella asintió un poco y entonces me dio un beso en la mejilla y bajó del coche para después cerrar la puerta.

La vi caminar despacio y entonces abrió la puerta, se giró y se despidió con la mano antes de entrar y desaparecer de mi vista.

Yo sonreí y arranqué el coche mientras llamaba a Pedri.

Este me lo cogió al segundo tono y entonces le conté que nos habíamos besado.

– Muy bien, poco a poco bro.– murmuró.

– ¿Qué haces?

– Pues estaba follando.– murmuró.

– Eh... que asco... no vuelvas a cogerme el teléfono cuando estés follando, por dios.– murmuré y colgué.

Llamé a Fermín y este estuvo hablando conmigo mientras jugaba a la Play y yo conducía.

Cuando llegué a casa, aparqué, me bajé del coche y caminé hasta la puerta de casa, abrí y me fui a la ducha.

Después me puse a cenar y Laia me escribió dándome las buenas noches.

Una sonrisita salió de mis labios y entonces le dije que también le daba unas buenas noches.

A ella y a su culo.

Tras aquello, me tumbé en la cama analizando el día de hoy y fue cuando mis ojos empezaron a cerrarse haciendo que me quedase dormido.

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DISFRUTAD DEL CAPÍTULO Y DE LA CELEBRACIÓN DE LA EUROCOPA MIS AMORES ❤️

𝐇𝐎𝐖 𝐃𝐄𝐄𝐏 𝐈𝐒 𝐘𝐎𝐔𝐑 𝐋𝐎𝐕𝐄 +18 | Pablo GaviDonde viven las historias. Descúbrelo ahora